Réquiem por la última maternidad de Madrid
Hace nada más que unos 70 años, allá por 1927 o 1928, había en la calle de Montesa, esquina a la de Don Ramón de la Cruz,- un bonito chalé que destacaba por su modernidad y belleza entre los numerosos que componían la zona. Era la clínica privada del doctor Vital-Aza.Yo, una adolescente entonces, pasaba a menudo por allí y me embelesaba admirando la escalinata de la puerta principal y los bancos de cerámica de la entrada.
Estaba muy ajena, cuando recogía margaritas silvestres y malvas en los descampados terraplenes que había enfrente, de que bastantes años después, superado el horror de la guerra civil, yo subiría durante muchos, muchísimos anos, aquella escalinata, de que iba a tener el honor de realilzar, en compañíá de Elisa Dorado y de Caty Goñalons, la primera guardia como matronas de la beneficencia municipal, en aquel chalé que tanto me gustaba y que se inauguraba como maternidad.
En 1950 se habían celebrado oposiciones para formar el escalafón de matronas de la beneficencia municipal, y yo tuve una, de las mayores alegrías de mi vida, obteniendo en ellas el cabalístico número 7.
Yo había estudiado la carrera con la premeditada intención de mejorar, hasta donde mis fuerzas, alcanzasen, la asistencia al parto
El equipo tocoginecológico, municipal de urgencia reunía todas las ventajas de una maternidad y de una asistencia individualizada. Era muy gratificante trabajar allí, entre colegas muy competentes con las que siempre me llevé muy bien.
Recientemente me llamó por teléfono una compañera de las últimas oposiciones que aún no está jubilada. Me contó, medio llorando, que iban a cerrar, la maternidad, que ya no eran matronas, sino enfermeras, y que no sabían qué iba a ser de ellas, ni la clase de enfermedades que las obligarían a cuidar, ni si iban a estar debidamente capacitadas para ello, habiendo dedicado toda la vida únicamente a la asistencia al parto.¡Adiós a Montesa!. La última maternidad de Madrid donde aún se asistía el parto sin prisas, y la función transcurría de manera absolutamente normal, donde tocólogos y matronas poseían un alto grado de profesionalidad, convirtiendo el parto en un hecho natural y gozoso.
¡Ojalá me hubiera muerto hace años, antes de ver desaparecer, de un plumazo, una maravillosa profesión a la que dediqué mi vida con verdadero entusiasmo y vocación!-
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