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De"zulos" y piedras

Antonio Elorza

Hay dos elementos a considerar en la réplica de Xabier Arzalluz a quienes censuraron su supuesto silencio tras la liberación de Ortega Lara. El primero, evidentemente, que no hubo tal silencio. El hecho de que Deía sea un periódico vasco constituye una justificación insuficiente para que fuesen pasadas por alto las declaraciones de Arzalluz tras el acontecimiento. Eso sí, extraña que no felicitara al ministro de un Gobierno al que da sus votos, cosa que tampoco hizo Ardanza, pero la valoración pública ahí está. El segundo elemento es la recomendación al Gobierno de aprovechar este momento dulce para dar un paso adelante en la resolución del problema. Tanto en el acercamiento de los presos -hacerlo siguiendo los casos individuales resulta compatible con un resultado efectivo, cosa que no ocurre-, como mediante la emisión de un mensaje que con todos los eufemismos necesarios invitara a abrir un nuevo escenario donde pudiese dibujarse el trueque de fin de terrorismo por liberación de presos. Existe un 99% de posibilidades de que ETA rechace tal iniciativa, pero por lo menos la pelota pasaría a estar inequívocamente en su campo. Conviene partir, como propone Arzalluz, de que una solución exclusivamente policial del tema ETA resulta quimérica.Más allá de este punto, sorprende la aspereza de las reacciones de Arzalluz, y en general de los dirigentes nacionalistas. En particular, una vez más, la de Joseba Egibar, merecedor de que en su escudo figure como lema el proverbio navarro "Arri tiratan denak eztu begirik", "piedra tirada no tiene ojo". En poco tiempo van ya dos veces en que a un acto de barbarie de ETA sucede un quite de Egibar, propinando un cantazo, bien a los autores de la detención del culpable, bien a la propia víctima. Dicho en otros términos, al proferir una acusación infundada que deja en segundo plano el hecho esencial, sea éste el tiro en la nuca o un secuestro inhumano. Por supuesto, es loable que los eventuales malos tratos a un terrorista sean analizados y denunciados, tras su comprobación, por un partido como el PNV, pues sobran antecedentes; no lo es lanzar de antemano el veredicto de condena contra quienes detuvieron a aquel "chico" (sic) que tenía la pistola humeante. Ahora ha ido más lejos, dejando en segundo plano el sufrimiento experimentado por un hombre en un grado similar al de los campos nazis. Algo que debía haberle hecho pensar. Y no lo hizo, poniendo en el aire una peligrosa sombra sobre el torturado. Luego ha pedido perdón, lo que le honra a título personal, pero no borra la responsabilidad política. Es lógico que la reacción general ante algo tan grave no haya sido precisamente de entusiasmo, salvo un gratificante "as" de Egin, mientras el PNV prefiere cerrarse frente a lo que considera una agresión exterior. En un clima turbio que no mejora con el documento del 82.

Y se cierra tanto que Arzalluz valora las críticas como una muestra de "odio a lo vasco". Añade: "Como el nacionalismo somos nosotros, por lo menos a nivel de imagen, ya se ve contra quién van". El "nosotros" de Arzalluz designa al nacionalismo, identifica a éste con su partido y hace al PNY encarnación viviente de "lo vasco". Cabría en cambio preguntarse si no es precisamente esta identificación abusiva, compartida desde su ángulo por ETA y sus seguidores, con un fondo histórico común, lo que encierra una y otra vez la cuestión vasca en un círculo vicioso. Porque la crítica del otro no es discutida, sino descalificada en tanto que procedente del enemigo exterior. Si el PNV, o los de ETA por su parte, o ambos juntos, son "lo vasco", es claro que cualquier posición diferente, aunque esté comprometida con la construcción nacional vasca, se convierte en algo a eliminar. A unos por exclusión, a otros por muerte física. Siempre en la línea del "Nik eztakit erderaz", "no hablo castellano", respuesta tranquila que proponía Sabino Arana al buen patriota vasco para el caso de que un español le pidiese socorro al ahogarse en la ría. Con la misma frialdad y desprecio del otro con que hacían morir lentamente en el zulo a Ortega Lara esos mozos "tan majos" entre tanda y tanda de potes. Y del mismo modo que actuaron tantos alemanes medios recreándose en ejecutar judíos durante el holocausto, según nos cuenta Goldhagen en su Willing executioners. Verdugos voluntarios. Es obvio que la conciencia democrática del PNV rechaza totalmente esta última perspectiva, que sin embargo está ahí, a su lado, en la ideología y en comportamientos trágicamente visibles de los nacionalistas radicales. Una vez más: ¿por qué no acaba de romper esa cadena?

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