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FERIA DE SAN FERMÍN

Susto en el callejón

Un toro de María Luisa Domínguez provocó el pánico durante 7 minutos al, resistirse a entrar en la plaza

No pasó nada, pero poco faltó. Un toro suelto, algo torpe, con tendencia a irse al suelo y tardón se adueñó de la entrada y del interior del callejón de la plaza. Y allí hizo de todo. De todo menos sangre, para felicidad de decenas de asustados mozos. El toro tuvo tiempo para mirarles a todos, para caerse una, dos, tres y cuatro veces y para, huérfano de fuerza, embestir sin encontrar más carne que la del antebrazo del británico Derek White, de 28 años, al que corneó levemente y mandó al hospital, donde se le apreció una herida menos grave.El encierro enseñó, por culpa de este toro, varias escenas dramáticas. Pero ninguna como la ocurrida en la oscuridad del callejón que, según algunos, "fue terrorífica". Hasta allí había sido llevado, con arduo esfuerzo, Roedor, que así se llamaba el último de la manada. Parecía que por fin iba a pisar la arena del ruedo. Pero no lo hizo. Se volvió y observó ante él una barrera de mozos que le tapaban la salida. Aún así salió. Empujó, pasó por encima, pero no corneó. Instantes después, se repitió la escena, con más drama aún, pues ya habían cerrado el portalón de salida a la calle. Y Roedor se detuvo, lo que ya. era una costumbre. Dudó, decidió no entrar en la plaza y se dio la vuelta. Allí quedaban varios mozos, petrificados, apoyados contra la pared y con los cuernos a un metro. Pasaron unos segundos interminables, pero al toro le pudo el agotamiento y se fue a los corrales tras los capotes de los dobladores.

"Espeluznante"

Vicente Martínez, de 39 años, uno de los pastores que se quedó encerrado, relataba así el suceso: "Ha sido terrorífico. Me he encontrado con la puerta cerrada y con un mozo pegado a mí. Y el toro delante. Nos miraba. Le he echado la vara de avellano a la testuz para hacerle arrancar, pero ni caso. En esos momentos, los pastores no servimos para nada, es un sálvese quien pueda. Ha podido pasar de todo, y me cuesta recordar, en mis 13 años de corredor, un momento tan espeluznante".Hasta que las múltiples caídas disgregaron la manada, el encierro no tuvo mala pinta. La lluvia caída durante la noche había empapado el adoquinado. Se cubrieron con serrín las zonas más anegadas, pero nada evitó las múltiples caídas de toros y corredores. Uno de aquellos se desmoronó en la entrada a la calle Estafeta y se quedó echado de costado, enredado en la valla. Tras él venía Roedor, que también cayó. Una vez se incorporaron volvieron a chocar contra las tablas, donde aprisionaron a un mozo que salió del lance más o menos indemne.El primero de los toros arrancó raudo Estafeta arriba. El otro se tomó su tiempo, y se fue al paso por la empinada calle. Los pastores intentaron evitar que algún patas le citara a su espalda. Pero lo hicieron: uno de ellos se atrevió a llamarle para hacerle una foto.

Mientras sus cinco hermanos llegaban sin problemas a la plaza, Roedor seguía a lo suyo. No era un toro que embistiera a diestro y siniestro y eso evitó males mayores. Llegó exhausto a las cercanías del callejón. El problema era, según los pastores, "que muchos seguían corriendo, porque cuando los patas no oyen el tercer cohete -el que indica que los seis toros están en la plaza- se acercan a ver qué pasa". Y lo que pasó es que Roedor comenzó a irse tras todo lo que se movía. Siete minutos después de iniciado el encierro, entró en los corrales. Del capote del santo, decían algunos espectadores, fue la culpa de que allí no pasara nada.

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