Méritos y defectos de los tres escogidos
Los nuevos socios de la OTAN aportan tropas, territorio, negocio armamentístico y muchos problemas
A partir de 1999, un ataque armado contra Cracovia, por ejemplo, tendrá el mismo efecto que un bombardeo en Burgos, Francfort o Nueva York. Los países de la OTAN, incluida España, deberán acudir en su ayuda con "Ias medidas que juzguen necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada". Lo dice el artículo cinco del Tratado del Atlántico Norte, firmado en Washington en 1949.Así es. Hungría, Polonia la y la República Checa ingresan en la OTAN, y con ellos 58 millones de seres humanos, un territorio similar al de España (480.000 kilómetros cuadrados) y unos Ejércitos criados en la más pura doctrina militar soviética. Muchas son las cosas que aportan los tres nuevos miembros a la Alianza: tropas, territorios, armas, y un gran negocio industrial. Pero también muchos problemas. Vayamos por partes.
Desde un punto de vista moral, la OTAN gana una nueva batalla ideológica al asimilar a tres viejos socios del Pacto de Varsovia. Pero no son tres cualquiera. Los tres elegidos han sido los únicos de la órbita comunista que se levantaron contra Moscú, con una valentía sólo comparable a la ferocidad con la que los soviéticos les reprimieron sin contemplación. Hungría en 1956, Praga en 1968 y Gdansk (Polonia) en 1980 marcaron tres hitos en la arriesgada lucha contra la dictadura comunista antes de la caída del muro de Berlín. Así, Occidente ha vencido, pero también ha premiado a los tres más rebeldes, sin duda las tres más sólidas democracias de la zona.
Desde un punto de vista militar, empecemos por lo cuantitativo. Los tres nuevos socios aportan una ampliación de la frontera hacia el Este que, no hay que engañarse, también se ha replegado al disolverse la URSS. De entre las repúblicas ex soviéticas, la decisión tomada ayer por la OTAN implica que, desde 1999, la Alianza compartirá frontera con Ucrania y con Bielorrusia. La OTAN va a llegar incluso a tocar a Rusia en el enclave de Kaliningrado, emparedado entre Lituania y Polonia. Pero, aunque la ftontera con Rusia siga lejos, este nuevo esquema territorial extiende, sin ninguna duda, la esfera de seguridad europea hacia oriente. La Alianza, pese a que no puede estacionar tropas en los tres nuevos países de forma permanente, tal y como acordó con Rusia, contará con nuevos campos de maniobras en lugares de rnucha menor densidad de población que los occidentales, como Polonia. Esto es, al igual que los 3.500 carros de combate, 4.350 blindados, 730 aviones de combate y casi 200 helicópteros que aportan los futuros aliados, un importante avance cuantitativo.
¿Y cualitativamente? A la hora de la verdad, en términos reales, los tres nuevos socios aportan sobre todo problemas. Los tres Ejércitos son demasiado grandes, tecnológicamente atrasados, y tienen una grave dependencia del material bélico de Rusia. Esto no es nuevo en la OTAN, que cuenta con la experiencia de la absorción de la antigua RDA en la nueva Alemania. Las futuras tropas cuentan con un alto nivel de formación, pero en una tradición soviética que para adaptar a la occidental implicará, incluido aprendizaje del inglés, unos diez años.
Lo más urgente a la hora de resolver estos problemas es asegurarse de algo tan aparentemente sencillo como que una orden llegue por la cadena de mandos hasta los nuevos eslabones en Hungría, Polonia o República Checa. Para ello hay que compatibilizar los sistemas de comunicación.
Y esta tarea de modernización, que tendrá un coste de cinco billones de pesetas, según las estimaciones del Pentágono, es tal vez la mayor aportación que hace la ampliación a Occidente: un gran negocio para su industria militar.
Si Rusia ha protestado tanto contra la ampliación al Este no es sólo por una pérdida de su área de influencia en el mundo. Rusia acaba de perder un mercado cautivo de repuestos de armamento sólo compensable por los multimillonarios créditos que recibe de Occidente para acometer sus reformas económicas.
Hungría, por ejemplo, ya ha declarado que vaya reemplazar su flota de Mig-21 y Mig-23 soviéticos por 30 aviones de combate, una operación de 150.000 millones de pesetas. Un consorcio de SAAB y British Aerospace ofrece sus Jas 39 Gripen, pero los gigantes norteamericanos Lockheed Martin Co. y McDonnell Douglas Corp, al igual que la francesa Dassault Aviation, persiguen el contrato con sus F16/C y F18 Hornets, los primeros, y Mirage 2000-5, la segunda. Rusia, aliada con Israel, ha hecho una jugosa contraoferta de Mig-21.
De entre los tres Ejércitos que se incorporan a la Alianza, el polaco es el mejor preparado desde el punto de vista militar. Polonia es la que más gasta en defensa, un 2,5% de su PIB, aunque todavía lejos del 3% que recomienda la OTAN. El 65% de los polacos, además, apoya el ingreso.
El peor panorama lo ofrece la República Checa. Su presupuesto de Defensa supone sólo el 1,7% del PIB y sólo el 28% está a favor del ingreso, frente a un 21% en contra. La división de Checoslovaquia, por último, añade más problemas a un Ejército ya atrasado.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.