Espera
La sala de conferencias está abarrotada por mil creyentes: muchos ostentan camisetas planetarias, el símbolo de su fe. El perfíl típico es el matrimonio de cincuentones, blanco, de buen nivel económico... Pero cuando Ed Stone, el poderoso director del JPL (Laboratorio de Propulsión a Chorro) muestra una foto del Sistema Solar, una niñita de dos años grita, reconociéndolo: sin duda, el relevo de los viejos entusiastas del programa Apolo está asegurado.Estamos reunidos en el Centro de Convenciones de Pasadena con hilo directo con el JPL. La mayoría de los asistentes son miembros americanos (le la Sociedad Planetaria, y quizás asistan dentro de unas horas a un aterrizaje planetario diferente a todos los previos: la tecnología permitirá la transmisión de imágenes casi en directo.
Por el momento se trata de caldear el ambiente, pero todos los teloneros son primeras figuras: además de Stone, están el director de la NASA, Dan Goldin; Donna Shirley, la directora del programa de Marte en la NASA... Y, tras tanta tecnología, una escritora: Ann Druyan, la viuda de Carl Sagan. Cada tino de ellos, resalta un aspecto de esta búsqueda del Santo Grial que el auditorio escucha respetuosamente: Goldin habla de cooperación, Stone de la vida que debe bullir allá a fuera, Shirley del futuro.Sorprendentemente, Druyan, figura y voz frágiles, evoca al primer humano que miró el cielo y se maravilló ante sus luces, y traza la radiografía de esta empresa como el juego de una especie curiosa: el niño que llevamos dentro juega con un pequeño robot de alta tecnología. Pero la escritora se atreve a ir más allá: ¿Cómo encajan en esta aventura maravillosa los otros niños, los centenares que mueren a diario de inanición? Grandes aplausos indican que su angustia ha llegado a los creyentes. Y sin embargo, la última imagen de la jornada nos muestra a un grupo de muchachos jugando/investigando con el Sojourner: no es imposible que dentro de 20 años alguno de ellos viaje a Marte ni es imposible que el elegido se halle en esta sala.
Dentro de pocas horas, la NASA y el JPL pueden romper una sequía de datos marcianos que dura casi 20 años. Tanto si lo logran corno si no, habrá nuevos discursos épicos para reconfortarnos ante el fracaso o para recordarnos que el futuro se ha acercado un poco más.
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