Una huelga
Me despertó la voz de la ministra de Educación en las noticias de las ocho, decía que la enseñanza pública no se estaba deteriorando, que se cerraban aulas donde la demografía lo exigía, y se abrían otras en colegios privados concertados por las necesidades de la, sociedad. Que el ministerio funcionaría mejor con más presupuesto, pero ése lo había aprobado el partido socialista... Cerré la comunicación.Ayer me llegó mi nómina con el descuento de mi primera y única huelga. Odio las huelgas, siempre he pensado que es el último recurso. Quise dar testimonio esta vez, y lo pago con 8.707 pesetas; no me sobra lo que gano, y me pregunto lo que hará el ministerio con esos descuentos. A lo peor le vienen bien las huelgas.
Me quejo a la ministra, me quejo: se está deteriorando la enseñanza pública, y tengo derecho a decirlo porque lo vivo desde dentro, y siempre he luchado, en la medida de mis fuerzas, para mejorarla, y he visto cómo se suprimían puestos de trabajo trasladando a compañeros que ya no darán prácticas en los laboratorios, los alumnos tampoco podrán tener quien les ayude con recuperaciones cuando suspendan, o atenderlos mejor dividiendo los grupos cuando son demasiado numerosos; y si se hacen actividades extraescolares habrá que confiar en la buena voluntad del profesor, al que sólo se le cuentan las lectivas. El ministerio está tirando demasiado de la cuerda, sin entender que lo que se siembra en una buena enseñanza se recoge a largo plazo en buenos ciudadanos, y la enseñanza pública es la que llega a todos, ricos y pobres, y si se equivocó el partido socialista en sus parvos presupuestos, ¿cómo pudo aceptarlos alegremente? ¿Y los puestos de trabajo? ¿Se congelan como nuestros sueldos? Me duele ese descuento, pero tuve que ir en esta ocasión a la huelga; era la única manera de expresar mi pena, de gritar por esa enseñanza pública que se nos va de las manos.-
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