Argentina se rebela contra una bonanza económica que olvida el malestar social
Hace un mes, cuando se difundieron nuevos datos sobre el aumento de la pobreza y arreciaban las protestas en varias provincias argentinas, el presidente, Carlos Menem, instruyó a su ministro de Economía para que divulgara estadísticas favorables al curso de la economía. Roque Fernández no debió esforzarse mucho: los depósitos bancarios totales, en pesos y dólares, alcanzaron un récord de 60.466 millones, la inflación fue negativa por tercer mes consecutivo, crecen el PIB y la gran inversión, nadie habla de devaluaciones y mejora la rentabilidad de los bancos. Pero preocupan otros guarismos también en alza: se movilizan los parados, los maestros o despedidos de las empresas privatizadas, les acompañan sus familias, y se suceden cortes de carreteras y manifestaciones en el interior del país.En un artículo publicado por el diario conservador La Nación, el economista Walter Graziano se asombra de la presteza oficial en divulgar datos optimistas más rápidamente que el país con los mejores servicios estadísticos del mundo: Estados Unidos. "Este ritmo de trabajo febril no se ha canalizado a pensar soluciones para los acuciantes problemas que existen, sino a elaborar y divulgar índices económicos que envidiarían las naciones más desarrolladas del mundo". Las elecciones legislativas de octubre, y las llamas en barricadas sobre rutas nacionales, condicionan las políticas oficiales de última hora, pero el sistema federal, las autonomías provinciales, las imprevisiones del Gobierno central, y la profundidad y costes de las transformaciones económicas registradas en Argentina desde hace siete años explican mucho mejor la agitación existente y, van a obligar a un reordenamiento de gran calado para atajar males mayores.
"Sí, hay hambre"
Menem, que apremia a los empresarios a crear empleo y culpa al desbarajuste de las administraciones locales, se reúne mañana con los gobernadores de la Patagonia para abordar una situación regional inquietante, cuya virulencia admite el secretario general de la Presidencia, Alberto Cohan, pese a negar las acusaciones de escasa atención gubernamental a los problemas sociales. Sí admite la necesidad de "ir pensando en un mejor reparto de la riqueza". Los obispos que la reclaman hace años, instan ahora a no endiosar el libre mercado, y algún prelado saca de quicio al jefe de Gobierno cuando afirma que en la feraz Argentina hay gente hambrienta. Insiste en ello Marcelo Palentini, obispo de Jujuy, provincia fronteriza con Bolivia. "Sí, hay hambre. Yo le invitaría [al presidente] a que venga a recorrer aquí los barrios, a recorrer el Chaco, que conozco desde años". Palentini recuerda su viaje a Buenos Aires hace un año: "Les dije a las autoridades que el problema era serio. Nadie lo tomó en consideración. A veces es como si no tuvieran una impresión real de la pobreza y la desocupación"En una Argentina que prospera macroeconómicamente y superó la recesión causada por la devaluación mexicana, el desempleo llegó al 17%, según datos oficiales. Doce provincias argentinas, la mitad del total, atraviesan serios problemas fiscales, y son susceptibles de en trar en erupción porque entre el 30% y el 40% de sus habitantes sufre de pobreza estructural y se manifiestan desesperanzados.
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