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La convergencia moral

La Direcció General de Mesures Penals Alternatives i de Justicia Juvenil de la Generalitat convocó el pasado mes de abril un concurso literario denominado "Sant Jordi", dirigido a jóvenes infractores de entre 12 y 18 años puestos a disposición de los juzgados de menores. Las bases del certamen establecen que las obras presentadas, canciones o poemas, se redactarán en "lengua catalana o en la lengua de origen del participante si hace poco tiempo que reside en Cataluña (en el bienentendido que en su caso sólo Podrá optar a los premios tercero, cuarto o quinto)".Se da la circunstancia de que los eventuales concursantes, es decir, los chicos y chicas atendidos por la dirección general en cuestión, son castellanohablantes en un 90%, con lo que quedan automáticamente excluidos de poder optar al primer premio. Para poner un ejemplo altamente ilustrativo, en un centro concreto dependiente de este organismo, de 31 internos sólo uno se encuentra en condiciones de concursar sin limitaciones y cinco de aspirar a los premios menores, porque los 25 restantes, pese a haber nacido y vivido durante su infancia y adolescencia en Sant Adriá, L'Hospitalet, Vic, Gavá, Girona, Badalona o Reus, no saben escribir en catalán. Los maestros y educadores encargados de su formación y reinserción, ante la obvia dificultad de explicarles que su condición de castellanohablantes les discriminaba tan vejatoriamente, decidieron tomar a su cargo la traducción al catalán de los trabajos escritos en castellano por sus educandos.

Una comunidad humana puede ser entendida como un espacio de cooperación o como un espacio de identificación. Una nación puede ser conceptualizada como una asociación voluntaria de hombres y mujeres libres que se dotan de normas que ordenen su convivencia y que acometen juntos metas y objetivos que, aunque elegidos y diseñados por élites activas, son aceptados y asumidos mayoritariamente, o como un grupo tribal que fija pautas de homogencización cultural destinadas a favorecer la cohesión acrítica interna y a diferenciarse de otros grupos presentados como una amenaza. En el primer cáso, los derechos y libertades individuales prevalecen sobre hipotéticos derechos colectivos y la dignidad personal de cada miembro de la colectividad constituye un bien concreto que no puede ser malogrado en aras de valores supraindividuales de carácter abstracto. En el segundo, el sujeto primordial de derechos es el grupo y sus integrantes quedan sometidos a las señas definidoras de aquél sin que sus legítimos deseos, aspiraciones o signos caracterizadores sean tenidos en cuenta desde el momento en que se apartan de la ortodoxia identitarla arbitrariamente impuesta por el poder político como la única verdadera.

La coalición gobernante en Cataluña ejerce su mandato en la segunda de las claves descritas, atropellando en consecuencia sin ningún tipo de escrúpulo a los estratos más débiles de la sociedad mediante la ignorancia o la preterición de los rasgos más sensibles de su autoestima. No es infrecuente que un delincuente juvenil sea el producto de un ambiente familiar desestructurado, de un nivel económico precario y de un entorno social degradado. Su personalidad suele presentar elementos de inseguridad, desorientación, agresividad y desconfianza respecto a los demás. Es esencial que su ego se afirme, que su percepción de sus propias potencialidades intelectuales pase del escepticismo o la abulia a la voluntad de mejorarlas y desarrollarlas, que la imagen que tiene de sí mismo adquiera trazos positivos en la línea del afán de superación y de la fe en sus posibilidades de cambiar para ser un ciudadano útil y apreciado por sus semejantes.

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La redacción a conciencia de unas bases como las que la Direcció General de Mesures Penals Alternatives ha establecido para su . concurso literario "Sant Jordi" no sólo implica una visión perversa de la escala axiológica que debe imperar en una colectividad democrática, abierta y civilizada, sino que acredita a sus autores como gentes de mal corazón.

El nacionalismo, es decir, la ideología que sitúa a la identidad como referente ético y político supremo, por encima de la libertad, la igualdad, la solidaridad o la dignidad de los individuos, que ahorma coactivamente sentimientos y conciencias en su estereotipo uniforzador, estigmatizando al que se rebela y pretende mantener su independencia espiritual y su autonomía personal, es una lacra de nuestro tiempo y un riesgo permanente de totalitarismo.

A la luz de actuaciones como la descrita, de absoluta y cruel marginación del prójimo por el mero hecho de ser distinto y de superioridad prepotente y humillante ante el que es débil y vulnerable, se llega a la dolorosa conclusión de que la ponencia conjunta que elabora en el Parlamento de Cataluña la nueva ley de usos oficiales de las lenguas con presencia y participación de todos los partidos, no es más que una comedia vergonzosa y la ilustración inequívoca de que el consenso en ocasiones no es otra cosa que una forma delicuescente de abyección.

Frente a realidades estremecedoramente cegadoras como las bases del concurso de marras, que demuestran hasta qué punto nuestra costra civilizatoria y humanitaria es frágil y delgada, que esclarecen hasta qué alarmantes límites nuestra razón es un pábilo vacilante en un huracán de instintos primordiales y siniestros, cabe preguntarse si los criterios de convergencia del Tratado de la Unión Europea tienen algún sentido en ausencia de otros criterios de convergencia moral que garanticen a las familias elegir sin trabas como lengua de escolarización de sus hijos la hablada por más de la mitad de la población, que pongan a disposición de los usuarios de la sanidad pública información sobre sus protocolos de tratamiento en una lengua que puedan entender y que no añadan a la desgracia que representa para unas existencias jóvenes merecedoras de mejor suerte el haber sido malogradas por un ambiente social desfavorable, el castigo deliberado e insensible de verse tratados como ilotas a los que se puede despreciar pública e impunemente para mayor gloria de una quimera opresiva.

Aleix Vidal-Quadras es diputado en el Parlamento de Cataluña y senador.

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