El arte de la mentira
Roldán no dudó en recurrira las falsedades, incluidos sus títulos, para proyectarse
"Que te diga éste lo, mal que se pasa huido". Las palabras del catedrático y abogado Manuel Cobo del Rosal, dirigiendo su mirada a Francisco Paesa, no sirvieron para hacer recapacitar a Luis Roldán. Aquel domingo, 24 de abril de 1994, el ex director de la Guardia Civil, acompañado de su esposa, Blanca Rodríguez-Porto, y su amigo Francisco Paesa, visitó su despacho para preguntarle: "¿Cuánto me puede caer?". Después de escuchar su respuesta, dura y realista, le anunció su fuga: "Me voy a ir".La advertencia de Cobo no sirvió de nada. El ejemplo de Paesa, fugado durante años por el acoso de juzgados españoles y suizos, tampoco. El ex agente de Interior durante la etapa socialista ya había preparado a Roldán toda la cobertura: un escondite seguro, un guardaespaldas de 195 centímetros, un pasaporte falso, dinero y una clave (KM International) para mantenerse en contacto telefónico y que aparecería publicada, varias veces, en Herald Tribune.
Veinticuatro horas más tarde, Roldán viajó a Portugal y, posteriormente, a París. El jueves, día 28, respondió a las llamadas de Antoni Asunción, el ministro del Interior: "Estoy muy mal, Toni. No sé si podré aguantar todo esto"., "Acuérdate de que mañana tienes una cita en el juzgado", le recordó Asunción. "Sí, sí. Por supuesto. Allí estaré", contestó. Pero mintió.
Su exceso de confianza le costó a Asunción el puesto. El tributo del PSOE fue mucho más alto. Sufrió uña de las mayores crisis y perdió las elecciones europeas de 1994 justamente 49 días después de la huida de un hombre que, según Felipe González, habría llegado a ministro del Interior.
Los engaños de Roldán para fugarse no eran un gesto de debilidad. Toda su carrera se sustentaba sobre la mentira. El socialista Antonio Piazuelo, fundador de la UGT de Zaragoza, ya lo demostró en 1982, pero nadie le prestó atención.
Era septiembre. Un centenar de dirigentes discutían las listas. Piazuelo extendió su dedo índice hacia Roldán, entonces concejal zaragozano, y le dijo: "¡Te presentas como ingeniero y no has acabado la carrera! ¡Hernos tenido que parar una denuncia del colegio profesional!". Y continuó: "¡En la guia te anuncias como perito industrial sin serlo. Y luego, siendo parlamentario preautonómico, has firmado un acuerdo contra el intrusismo y la publicidad engañosa! ¿Pero cómo es esto posible?" El, silencio y la media sonrisa irónica de Roldán fueron elocuentes.
Pero las advertencias y el ridículo no le hicieron mella. Tres meses más tarde, nombrado delegado del Gobierno en Navarra, no le tembló la mano al redactar su falsa biografía. Incluso aumentó sus títulos: "Ingeniero y licenciado en Ciencias Empresariales". Cuatro años después, al dirigir la Guardia Civil, su currículo se amplió: "Master en economía".
¿Quién era realmente? ¿Qué intentaba ocultar bajo sus títulos falsos? Carlos Navarro, un empresario aragonés, no olvidará el día en que un muchacho nervioso e inseguro se presentó en su fábrica de metalistería para pedirle traba jo. Era Luis Roldán, el hijo de un honrado taxista de Zaragoza que trabajaba 14 horas diarias. Tenía 18 años, había estudiado en el Co legio La Salle y se había fórmado en la institución sindical Virgen del Pilar. Felipe Bernardos, el jefe del taller, le entregó un mono y un pequeño reloj: "Vas a cronometrar tiempos. Tienes que apuntar lo que cuesta hacer cada pieza. Así, podemos superarnos y mejorar la producción". De esta forma se ganó el apodo de El Relojero. Una especialidad que llegó a dominar. Tanto que, por las noches, daba clases como profesor en ánalisis de tiempos.
En aquella metalistería inició su experiencia sindical. Rogelio Castillo, compañero y amigo, le captó junto a otros ocho trabajadores para crear la primera sección sindical de UGT de Zaragoza. Su actividad sindical no impidió que Navarro se fijara en él y, a la muerte de Bernardos, le nombrase jefe de taller. Su sorpresa fue mayúscula cuando tuvo que hacer un ajuste de plantilla: "Era duro con los obreros. Por él, habríamos despedido a más", recuerda.
Roldán no tenía formación profesional, pero sí sindical y política. Muerto Franco, entró en 1979 en el Ayuntamiento de Zaragoza y estuvo a punto de perder el sobresueldo de la empresa. "Como ya es concejal, el sobrecico de 10.000 pesetas se lo voy a suprimir", le anunció Navarro. "¡Don Carlos, no me haga eso! Lo necesito de verdad. Mi salario se lo tengo que dar al partido", le rogó. "¿Pero no se quedan con nada?". "¡Con nada! Se lo aseguro".
Y allí, en la corporación, en la etapa de Ramón Sainz de Baranda, el sindicalista Roldán demostró su habilidad política y llegó a teniente de alcalde y delegado de Economía y Hacienda. Entonces conoció a un hombre clave en su vida: Jorge Esparza, delegado de la constructora Hispano Alemana. La alianza dio sus frutos según el presupuesto y las obras que manejaba el primero.
1 Del Ayuntamiento de Zaragoza, a la delegación del Gobierno en Navarra, en 1982, donde entraron en el club Gabriel Urralburu y Antonio Aragón, presidente y consejero de Obras Públicas.
Y finalmente, en 1986: Madrid y la Guardia Civil. Un cuerpo en el que manejó 100.000 millones para obras y suministros en su mejor negocio. Un negocio privado que le ha llevado a la cárcel.
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