Cosas de chicas

Tiene no poco mérito realizar una ópera prima como Walking, aunque para su realización la debutante Nicole Holofcener se haya rodeado de un equipo técnico de impecable oficio, empezando por el fotógrafo Michael Spiller, habitual compinche de Hal Hartley, y aunque igualmente el elenco artístico, encabezado por la siempre competente Catherine Keener, la musa de Tom Di Cillo, sea de toda solvencia. El mérito, y a la vez su máxima debilidad, provienen de guión "a lo Rohmer", para entendernos: pocos personajes que se encuentran y desencuentran, diálogos chispeantes y cargados de una (nada espontánea) espontaneidad cotidiana a los que cabe agregar un tono realista en la fotografía y en la composición del encuadre. O sea, la fórmula tantas veces recorrida por el ultimo cine independiente americano, lo que tantas veces llamamos la marca Sundace.

Holofcener se las ingenia para contar con bastante gracia y no poca mala uva dos vidas paralelas, las de las amigas Amelia y Laura que, casi en la treintena, ven cómo sus respectivas opciones vitales les van alejando. Como muchas otras películas hechas por mujeres, Walking aborda la intimidad complice, los desencuentros y las broncas entre las amigas, y lo hace en un tono desinhibido y fresco, con numerosos toques de comedia que nacen casi exclusivamente del guión.

Pero su discurso tiene mucho que ver con la descripción del nuevo desorden amoroso, de los problemas que hombres y mujeres sufren con los cambios de roles; de las debilidades, de las medias mentiras que todas y todos nos contamos para poder seguir viviendo. Esas cosas funcionan aquí bastante bien. Lo que termina siendo cardinal en la película, como en la vida misma, es la fuerza de los sentimientos.