Al llegar a Maastricht, gire
Las elecciones francesas han constituido una clara indicación de que el debate -no sólo en Francia, sino en el conjunto de Europa- sobre la unión económica y monetaria (UEM) va a cambiar. Va a dejar de centrarse sólo en la moneda para fijarse más en la economía. Pues, curiosamente, tras la autoinmolación del favorito de Chirac, el primer ministro Alain Juppé, se produjo entre las dos fuerzas principales -socialistas y gaullistas-centristas- una especie de consenso o convergencia en Francia en torno a las ideas europeas de Lionel Jospin. En el Partido Socialista francés milita e influye -no cabe olvidarlo- Jacques Delors, uno de los padres de Europa y, desde luego, del euro si éste llega a nacer. El gaullismo populista del nuevo valor de la derecha -Philippe Séguin- y su euroescepticisimo alterno, como la corriente, se decantaron también por estas tesis.¿Qué mantienen? No renunciar al euro, sino cuestionar si se puede llegar a él proponiendo más sacrificios, para antes y para después. La respuesta de los electores ha sido un no, un voto por una mayor alegría fiscal y por una revisión de las reglas económ1cas que han de imperar en el euro: a saber, el llamado Pacto de Estabilidad, que prevé duras sanciones contra el Estado miembro de la unión monetaria que se desmande en sus cuentas nacionales. Este pacto es necesario para llegar; pero, una vez allí, lo que es más necesario es eso que se reclama abiertamente desde Francia: un Gobierno económico de Europa.
Ante todo, los ciudadanos, donde se les ha pedido últimamente su opinión, ya sea en Francia o en el Reino Unido, exigen que la UE contribuya a resolver sus problemas inmediatos, comenzando por el empleo. Tony Blair y su Nuevo Laborismo lo han entendido bien. Si Blair está preparando a su país para in-gresar en el euro -aunque sólo cuando éste arranque-, también pide un cambio de Europa, de las cuestiones que centran los grandes debates europeos. Ya no es una cuestión de demagogia, y en Amsterdam, dentro de dos semanas, los ciudadanos europeos esperan una primera respuesta concreta. No sólo buenas palabras respecto al empleo.
Incluso en Alemania se está produciendo un giro similar, anticipándose a las elecciones previstas para octubre de 1998. En parte, porque el Gobierno de Helmut Kohl -que tiene que contar con la mayoría socialdemócrata en la Cámara Federal (Bundesrat)- ha sido incapaz de seguir el camino de la supuesta ortodoxia de los recortes económicos (o la subida de impuestos) para que le cuadren las cuentas ante el examen de Maastricht. La respuesta del ministro de Finanzas, Theo Waigel, ha sido buscar otro camino que no tenga coste social: a saber, la utilización para reducir la deuda y el déficit públicos de las plusvalías que supongan una revalorización -por otra parte inevitable antes de llegar al euro- de las reservas de oro del banco central alemán. Esta propuesta, justamente por su atrevimiento, ha provocado un enfrentamiento con el Bundesbank, pero puede revelar la seriedad del compromiso del Gobierno de Kohl con el euro en los plazos previstos; es decir, para el 1 de enero de 1999. Pero a la vez debilita la posición del Gobierno para cumplir y hacer cumplir este gran compromiso europeo y abre la perspectiva de que Kohl pierda el poder en las próximas elecciones en favor de una coalición de socialdemócratas y verdes.La credibilidad del proyecto monetario europeo parece seguir ciclos de entre dos y tres meses. Tras una cierta euforia, ahora entra en una nueva fase de nubarrones y problemas. Pero probablemente saldrá de ellos, aunque no sin dificultades; entre otras, estos vaivenes están debilitando a su vez el ahora algo chirrioso eje franco-alemán sobre el que reposa toda la construcción europea. Alemania no se fiaba demasiado de Chirac, por imprevisible e inconstante. Pero ahora es toda Francia la que ha demostrado su inconstancia, mientras a su vez el rigor alemán deja de ser la referencia básica.
En realidad, llegados a este punto, no hay verdadera alternativa al euro. Un retraso pondría demasiado en peligro todo el proyecto como para que se pueda contemplar tal posibilidad sin preocupaciones. Ahora, lo que sí hay son varias posibilidades vitales posteriores para la vida con el euro.
Lo que en realidad parece despuntar tras la actual intranquilidad europea es una preocupación ante el hecho de que las economías americanas y asiáticas están creciendo a unas tasas muy superiores a las europeas, con el riesgo para Europa no sólo de perder terreno, sino de perder una oportunidad.
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