Juana o el amor abismal
La poesía de sor Juana lnés de la Cruz reposa hecha jirones y sobre ella se pisa sin clemencia. Los versos no se leen, se mascullan bajo el temblor del deseo. Así ocurre en esta producción ejemplar del arte povera.Cuatro bailarinas cumplen dentro de esa alfombra o nube de folios manuscritos, un lodazal blanco cerúleo que la luz rasante vuelve zurbaranesca: mérito estético del coreógrafo, que usa el ritmo de la voz en onomatopeyas y repeticiones que recuerdan al teatro grotowskiano, donde el texto era un aparato percutor de una acción no descriptiva sino poética. El percutir del suelo con los pies desnudos, el batir discorde de palmas, son vehículos de la monja-poeta, que invoca a san Ignacio y otras estantiguas santorales en las que no hay fe, pero sí ironía, palabra carnal que aumenta la opresión del techo abuhardillado testigo de esa pasión por entender el amor. Al final el artesón se abre: el dolor se exorciza con más canto y dolor, el cielo es abismo en belleza de muerte y silencio, de verso y destino.
La insigne monja Gerónima
Coreografía: Alberto García. Teatro Pradillo, Madrid, 30 de mayo.
Babelia
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