Antecesor
La misión de los hijos consiste en educar a los padres. Los niños buenos deben llevar de la mano cada día a sus mayores a la escuela porque los que nacen suelen ser más fuertes e inteligente que los que mueren, de lo contrario el mono de Atapuerca estaría todavía reinando. Existe una gente muy sospechosa que al llegar a los 50 años comienza a pronunciar una frase terrible: ¡cuánta razón tenían, mis padres! La repite a menudo tomando licor de pera en las nostálgicas sobre mesas familiares. Se trata de una rendición. El progreso de la humanidad se debe a los descendientes que ante la realidad imponen a sus antecesores formas y sustancias nuevas. Primero se es tablece un periodo de resistencia. Durante esta etapa ser padre consiste en comprender cada vez menos a los hijos: el chico se ha dejado coleta, la niña vuelve de la discoteca a las nueve de la mañana, estudian oceanografía o arqueología y no empresariales. A estos vástagos les acompaña un mundo de músicas insoportables, viajes absurdos, opiniones políticas raras, espectáculos violentos, giros verbales carcelarios. El progenitor experimenta un rechazo natural y se sorprende a sí mismo repitiendo ante cualquier cosa que le molesta: esto tendría que estar prohibido. Es la primera señal de vejez absoluta. Realmente nadie muere de golpe. Morir consiste en ir renunciando al mundo que llega y tratar de prohibir cosas. Se empieza por repudiar la coleta del hijo y se acaba no entendiendo nada de alrededor, el Internet, la clonación, el amor informático. Pero hay padres muy lúcidos: son aquellos que a los 60 años por fin comprenden otra vez el mundo y tomando licor de pera pronuncian con melancolía una frase solemne: ¡cuánta razón tenía mi hijo! Esto mismo sucedió en el reino de Atapuerca. Aquel mono primero consintió que su descendiente llevara un aro en la nariz, después aceptó que renunciara a comer carne humana y al final terminó gustándole que tocara la flauta. De esta forma aquel mono de Atapuerca hizo posible que llegara Einstein.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.