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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La fiebre del oro

QUE LA transición a la fase final de la Unión Monetaria podía deparar sorpresas era algo asumido. Que éstas tuvieran su origen en las dificultades de las economías centrales de la Unión Europea era menos previsible. ¿Quién iba a decir que el severo profesor alemán, formulador del examen de incorporación al euro, estaría suspendido a estas alturas? ¿Alguien podía vaticinar que el ministro de Finanzas de Alemania iba a proponer soluciones tan poco rigurosas como la revalorización de las reservas de oro para cumplir el objetivo de deuda?Lo cierto es que Alemania y Francia plantean hoy las dos principales incógnitas para el desenlace de esta transición. La primera, por las dificultades para satisfacer las condiciones de convergencia en términos de saneamiento de las finanzas públicas y para articular soluciones compatibles con el rigor contable que sus gobernantes impusieron al inicio del proceso; Francia, por las incógnitas políticas que un relevo en la formación gobernante podría originar tras las elecciones de hoy. Conocida es la oposición del Partido Socialista francés al rigor en el recorte del déficit público y su resistencia a admitir la severidad sancionadora del pacto de estabilidad. Su eventual triunfo podría abrir nuevas perspectivas y tensiones en los mercados.

La decisión de Theo Waigel de revaluar el oro de las reservas del banco central, para crear con el exceso un fondo destinado a la redención de deuda pública, es una práctica no menos heterodoxa que la que podría haber concebido la picaresca contable latina. Las amenazas de dimisión de Hans Tietmeyer, presidente del Bundesbank, irritado por una decisión que menoscaba el rigor monetario alemán, y el enfrentamiento abierto entre el Ministerio de Economía y el banco central han soliviantado a los mercados europeos.

El pulso entre Waigel y Tietmeyer constituye hoy el principal factor de incertidumbre en el proceso de unificación monetaria. Según el semanario Der Spiegel, Tietmeyer se plantea incluso que si Alemania no cumple podría pactar con Francia un retraso del nacimiento del euro, previsto para 1999. Aunque tal propósito fue desmentido por el Bundesbank, sí recibió una airada respuesta por parte de Italia, cuyo ministro de Finanzas, Carlo Ciampi, declaró que un retraso del euro iría contra los intereses italianos y frustraría el proyecto.

Alemania ha caído presa de la propia trampa de una exigencia cuantitativa y temporal rígida de las condiciones de convergencia nominal. ¿Qué significación tiene para la viabilidad del euro que la economía más importante y con una acreditada tradición de estabilidad y rigor en sus finanzas públicas presente una desviación de algunas décimas en su déficit público? Ninguna. Sólo es importante esa intransigencia en términos de ejemplaridad para el resto de los países.

Como se ve, el proceso puede no ser tan cómodo como hasta ahora estaba previsto. Las bolsas europeas han reaccionado con extremada sensibilidad a las dificultades internas de los países, sean las mencionadas de Alemania o Francia, sean los problemas de déficit en Italia, o por las sensatas advertencias del gobernador del Banco de España.

En Madrid, la Bolsa ha perdido 30 puntos en tres días. En el caso de Wall Street, la reacción contra un crecimiento mayor de lo esperado, con las previsibles consecuencias en inflación, vuelve a penalizar un posible aumento de los tipos de interés. El caso es que los mercados financieros empiezan a ser muy sensibles a las dificultades que puedan tener algunos países en el proceso de integración monetaria europea. Es un aviso importante para descontar euforias financieras desmedidas. También deberían tomar buena nota nuestros gobernantes a la hora de no generar perturbaciones políticas innecesarias que pudieran reducir el respaldo al proceso en nuestro país.

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