Para estofado no estaban mal
Presentaron toros con romana y se les apreciaban los solomillos. Para estofado no estaban mal. Solomillos fluctuantes, bailoteando bajo la piel constituyen uno de los fundamentos de la gastronomía.Un solo reparo: que los anunciaron toros de lidia y no valían para tal menester.
El toro de lidia es distinto asunto. O acaso debería decirse que lo fue. El toro de lidia era un animal musculoso, en cierto modo asilvestrado, escurrido de tripa, imponente por delante y por detrás importaba menos.
Viejos maestros de la tauromaquia comentaban que en toda su vida profesional jamás habían logrado ver el trasero de un toro cuando le presentaban capotes y muletas o cuando se perfilaban para matar.
Fernández / Vázquez, Ponce, Barrera
Tres toros de Atanasio Fernández; 2º, 3º (devuelto por inválido, sustituido por otro del mismo hierro) y 6º de Aguirre Fernández Cobaleda: grandes, cárnicos, flojos, descastados; 4º noble.Curro Vázquez: estocada, ruedas de peones y descabello (algunas palmas y pitos); estocada baja (aplausos y saludos). Enrique Ponce: aviso antes de matar, tres pinchazos, bajonazo trasero, rueda de peones y descabello (palmas y pitos); pinchazo, otro atravesado, estocada corta -aviso- y dobla el toro (aplausos y algunos pitos). Vicente Barrera: pinchazo a paso banderillas, estocada atravesadísima que asoma por el costillar, rueda de peones -aviso-, descabello, estocada y descabello (silencio); estocada tendida caída (silencio). Asistió el Rey y cada espada le brindó un toro. Plaza de Las Ventas, 26 de mayo. 20ª corrida de abono. Lleno.
El toro de lidia verdadero, el que necesitó las complicadas prescripciones de una profusa tauromaquia para dominarlo, desarrollaba por delante su apabullante presencia y su poderío.
Le decían toro aleonado, pues daba el perfil del león y el término ha quedado inscrito en los vocabularios taurómacos, más como un dato erudito que como voz de uso puesto que toros aleonados ya no se ven.
Los toros salen ahora voluminosos, tripudos, con unas anchuras de caderas más propias de la Reina del Chanteclaire. Muchos expertos se fijan en ellas para ponderar el trapío del toro y le dan puntos sí componen una culata poderosa, se los quitan si le queda rasa y desapercibida.
Los toros voluminosos y tripudos son de la preferencia de las figuras, los ganaderos se los sirven en bandeja, estos presumen de criar reses bravas, aquellos de ser importantes y la pura realidad es que, entre todos, han conseguido corromper la lidia, aburrir al público, echar a los aficionados de las plazas.
El toro voluminoso y tripudo es una de las grandes mentiras de la llamada Fiesta Nacional en su versión moderna. El toro voluminoso y tripudo es la coartada para que cualquier ganadero malo venda sus productos, para que cualquier mequetrefe con título de veterinario participe en los reconocimientos sin meter la pata, para que cualquier arriero tocado de castoreño se vista de picador, para que cualquier habilidoso pegapases justifique su condición de figura. Y así va tirando la fiesta...
Va tirando del carro de la mediocridad y del deshonor, pero a los aludidos y muchos más (empresarios y políticos prevaricadores entran en el juego) les da igual. Ellos andan calientes. Quiere decirse, que se lo llevan calentito.
Esos toros de la nueva hornada, toros de granja, toros buenos para la gastronomía, presentaron los ganaderos en Las Ventas y no hay noticia de que tomaran conciencia del ridículo. En cambio a los aficionados les daba hasta vergüenza ajena. Porque los toros pueden ser mansos; pero tan tontos, no.
Descastados y tontos. De manera que salían perpetrando burradas y mugiendo tonterías. Luego les daban brega con mañas de capea y al relance o por los adentros ponían en mala suerte esos animales las figuras y sus adláteres. Vaya toreros.
En los turnos de muleta empleaban el derechazo y el natural viniera o no a cuento. Aun Curro Vázquez logró alguna verónica, algún muletazo con torería al único toro cuyo temperamento se aproximaba al característico del toro de lidia. Enrique, Ponce se empleó afanoso con los tontitoros de su lote, pero sin templar ni reunir, y se apunta el detalle de que un gañafón a la taleguilla ni le inmutó. Vicente Barrera aplicaba el toreo vertical juntas las zapatillas, reiterativo, inamovible, tenaz, daba igual que el toro tonto lo aceptara o se quisiera ir de vacas.
Murieron los toros y en ese preciso instante empezó a cobrar sentido la razón de su existencia: hechas las canales y despiezadas, sazonados y estofados en cazuela rabos y solomillos, darán gusto al paladar y alegría de vivir. Pero sin pasar se de clavo, por favor.
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