Feminismo en versión islámica
La hija del presidente Rafsanyani justifica con su escaño la presencia de la mujer en la política
Fue el segundo diputado más votado, tras Nateq-Nuri, en las elecciones parlamentarias el año pasado. Pero Faezeh Hachemí, la hija el presidente Rafsanani, ya había empezado a dar guerra mucho antes. Fue cuando en 1984, con apenas 22 años, comenzó a ocuparse de los "asuntos deportivos femeninos" en el Ministerio de Petróleo. Hoy, a sus 34 años, casada con un psicólogo y madre de dos hijos, sigue defendiendo con entusiasmo que "nada en el Islam impide la plena participación de la mujer en todos los aspectos de la, sociedad". "Hay que distinguir entre las normas religiosas y las tradiciones, y en nuestro caso las tradiciones están muy arraigadas en el Islam", explica para defender la participación de la mujer en el deporte, una de sus batallas frente a los clérigos más retrógrados. Su esfuerzo ha desembocado en la apertura de medio centenar de polideportivos femeninos en todo Irán, así como en el patrocinio por su país de una convocatoria deportiva internacional para mujeres de países islámicos.Dispuesta a atacar en todos los frentes, el año pasado planteó en el Parlamento por qué una mujer no podía ser presidenta de Irán. El asunto desató un debate sobre la interpretación del artículo 15 de la Constitución que aún no se ha cerrado y que ha llevado a nueve mujeres a presentar a la consideración del Consejo de Guardianes sus candidaturas para las presidenciales de hoy. Todas ellas han sido rechazadas. "Sabía que era demasiado pronto para este país, pero hay que preparar el camino; es un asunto de tiempo", declara Hachemí.
¿Y el velo? Para ella, no es un problema. Al contrario, lo califica de "una ayuda para el desarrollo". "La sociedad iraní", explica, "es todavía muy tradicional, así que antes de la Revolución Islámica un 50% de las familias no permitía a sus hijas acudir a la escuela y eso ya no pasa". "Va con la mentalidad; antes de la revolución, la mujer [iraní] estaba aislada, la actividad social estaba limitada a un pequeño porcentaje", asegura, antes de añadir que "para las mujeres musulmanas, la vestimenta islámica no es una limitación, sino una fuente de confianza y seguridad que permite un papel más activo en la sociedad".
Y predica con el ejemplo. Embutida en un estricto chador que sujeta con una mano, a la manera tradicional, bajo la barbilla, sus palabras suenan convincentes. Los hechos parecen además darle la razón. La mujer iraní estudia, trabaja, conduce, sale a la calle y participa activamente de los actos religiosos y sociales. Eso sí, respetando la separación de sexos. Sin embargo, en el ámbito judicial, su palabra sigue valiendo la mitad de la de un hombre, no puede ser juez, ni heredar lo mismo que sus hermanos varones. "Esa es una de nuestras principales batallas en el Parlamento, rectificar una legislación que por otra parte ya existía antes de la revolución. Confío en que se revise en esta legislatura", manifiesta antes de abordar la poligamia, anticipándose a la previsible pregunta de los periodistas. No rehúye ningún tema y contesta con seguridad y firmeza. Muestra sin embargo un tacto exquisito para no adentrarse en cuestiones políticas comprometidas. Con todo, no puede evitar que el fenómeno de su elección el año pasado como "gran esperanza liberal" se asocie de alguna manera con las expectativas desesperadas ahora por el candidato presidencial Mohamed Jatamí. "Su bagaje cultural hace confiar a los jóvenes en que les entenderá mejor; lo mismo vale para las mujeres", responde al ser preguntada por el candidato más liberal.
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