Kiko Veneno celebra sus 20 años como artista con un nuevo disco
Sexo, amor y religión en 'Punta Paloma'
Fue en 1977 cuando José María López Sanfeliú, alias Kiko Veneno, inició su carrera musical publicando el primer disco de Veneno, grupo que se estrelló, pero que ha creado esencia, un linaje de artistas callejeros y descarnados que llega hacia el reciente An-Tonio, un alglecireño que cada noche incendia los antros de Madrid. Kiko edita estos días su tercer disco grande de los años noventa, Punta Paloma, donde se habla de religión, pero también de sexo y amor, "la mujer es un tema inagotable".
Kiko Veneno está habituado a desbaratar tópicos. Dado su origen (Figueres, 1952), le toca defender a los catalanes en su tierra adoptiva, Andalucía. También le irrita que en Madrid se hable de los artistas sevillanos como seres caóticos, bendecidos por la inspiración, pero crónicamente desorganizados. Aunque él mismo protagonizara en 1996 algo que, despiadadamente, pueda ser llamado "un desastre típicamente sevillano": se empeñó en grabar un disco cuando su productor habitual, el inglés Jo Dworniak, no estaba disponible. Encerrado en un estudio inadecuado, regrabó canciones recientes, piezas nuevas y lo que se le ocurrió. Para su disgusto, la discográfica rechazó el master resultante.Hoy comprende aquella negativa: "Me salió un engendro". Lo hace desde la seguridad de contar ahora con un disco reluciente, Punta Paloma (RCA), registrado el pasado invierno en los alrededores de Tarifa, con Dwoniak al timón, un buen plantel de instrumentistas londinenses y abundantes amigos invitados (Vicente Amigo, Raimundo Amador, Tomatito, Martirio, Santiago Segura). Punta Paloma sale a principios de junio, "tal vez demasiado tarde para un verano que va a ser duro en cuestión de bolos".
Un reconocimiento tardío
Kiko quiere trabajar: "Lo del disco del pasado año obedecía al deseo de mantener una presencia en tiendas y radios, para favorecer la contratación". No se olvide que el reconocimiento le llegó tarde, con Échate un cantecito, editado en 1992. Sólo al año siguiente pudo abandonar su puesto como programador cultural en la Diputación de Sevilla, un trabajo de escaso contenido artístico que le rescató de la penuria cuando la música no daba dividendos y su familia crecía. Comprendió que el fracaso de sus discos no era atribuible al ogro de la película, la industria musical: "¡Es que no se me entendía! Chillaba mucho y no comunicaba con creatividad".En una visita a los carnavales de Cádiz comprobó que las chirigotas dominaban el arte de transmitir historias en medio del mayor barullo. Esas enseñanzas, junto con los consejos de Santiago Auserón, propiciaron su reconversión y lograron convertirle en un artista masivo.
El tercer disco del nuevo Kiko Veneno, Punta Paloma, se registró en un paraje casi desierto, "allí sólo hay cabras y unos cañones que atienden soldados de reemplazo". La soledad y los vientos de Levante crearon un ambiente altamente conductivo a la concentración creativa.
El cantante rechaza que se describa el disco como elegante, "aunque es cierto que se ha trabajado mucho el sonido y yo me he sentido muy músico. No está recargado de instrumentación, excepto en algunos pasajes psicodélicos". Son 14 canciones, "para que nadie diga que se ha secado la fuente", que incluyen una recuperación y una colaboración: "Impresionante, amiguete se hizo en las pausas del rodaje del clip de Memphis blues again. Dirigía Santiago Segura, y ésa era su coletilla antes de pedirme que repitiera. La letra es una sarta de frases que configuran el retrato cariñoso de un perdedor".
La recuperación es la embriagadora pieza que dio título a La leyenda del tiempo, el disco con que Camarón rompió la bajada del flamenco, obra capital en la que Kiko tuvo mucho que ver. "Había margen para hacer una versión diferente, tomando los versos de Lorca, una música popular que él recogió y mi aportación".
Babelia
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