Kabila encontrará un país en bancarrota y con una población deseosa de vivir en democracia
Kabila, cuando entre al fin en la ciudad y asuma el poder real al frente del Gobierno de transición, el que debe convocar elecciones en menos de 15 meses, tiene ante sí un trabajo titánico. Casi imposible. Aquí le esperan ansiosos con banderas blancas y rama s de palmera, ilusionados de aclamar al nuevo mesías. El es el que les va a redimir de la miseria. Ése va a ser su gran problema. Demasiadas expectativas de ser testigos y beneficiarios preferentes del milagro de la multiplicación. Mobutu le va a dejar un país en bancarrota, hundido, sin capacidad de reacción, dependiente de la ayuda exterior.
Zaire es un país que el Banco Mundial sitúa como el cuarto más pobre del mundo, con una renta per cápita anual de 125 dólares (unas 17.500 pesetas). En donde la hiperinflación ya no se mide porque se cansaron de calcular las subidas cotidianas. En donde la producción alimentaría está por . debajo de la denostada época colonial. Un país bendecido por la naturaleza y el clima, con una agricultura potencial extraordinaria, y en el que se importan alimentos. Un país con una minería inmensa. Oro, diamantes industriales, cobre, cobalto (tiene el 70% de las reservas mundiales conocidas), uranio, manganeso, cromo... Pero -sin la maquinaria adecuada, sin los circuitos de distribución de la riqueza engrasados. Un país tan rico que va a necesitar riadas de dinero ajeno para poder serlo de verdad. Endeudarse para vivir.Aquí no cobran los militares, ni los funcionarios. Las arcas del Estado están exhaustas. Dilapidadas. Los soldados se dan al pillaje y al abuso. Es su forma de sobrevivir. Su sueldo de rapiña. En Goma y Bukavu, donde gobiernan los rebeldes desde noviembre han desaparecido todas estas mordidas. Kabila, su gente, han llegado a azotar a los ladrones en la plaza pública y a cortar las manos de los reincidentes. Eso gusta en Kinshasa. La gente lo aplaude. Lo desea. Acabar con 32 años de saqueo va a necesitar siglos de reeducación. En la zona rebelde ya hay clases para funcionarios, donde acuden aplicados a aprender la lección. Les enseñan a ser miembros honrados del Estado, no afortunados timadores que tienen la ley en un bolsillo y la pistola en el otro. Kabila va a necesitar ese tipo de cambio en los primeros meses si no quiere defraudar a toda una nación que le aguarda como un demócrata.
Las elecciones son otra de las claves. El pueblo quiere votar, decidir su destino. Ser su dueño. Pero el panorama político es tan confuso como el económico.
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