La Asamblea cubana rechaza una invitación del Parlamento español
Las maltrechas relaciones hispano-cubanas sufrieron ayer otro tropezón. El nuevo frente de hostilidades es el parlamentario, y la excusa, una invitación cursada al presidente del Parlamento cubano, Ricardo Alarcón, para asistir "como observador" a una Conferencia de Presidentes de Parlamentos Democráticos Iberomericanos, convocada en Madrid los días 29 y 0 de mayo. Alarcón rechazó la invitación por considerar que ésta trata de "menoscabar" la 'condición plena de nación iberoamericana" de Cuba, y recordó que España ya no es "la metrópoli" ni la isla, su colonia.
"Hace casi un siglo que Cuba dejó de ser colonia de España. Desde entonces, no está sujeta a los caprichos de sus Cortes", respondió Alarcón a los presidentes del Congreso de los Diputados y del Senado, Federico Trillo y Juan Ignacio Barrero, respectivamente -que cursaron la invitación-, en una carta fechada en La Habana el 12 de mayo, que ayer fue dada a conocer a la prensa.El presidente del Parlamento asegura en su misiva que, hasta el momento, Cuba, en las conferencias a las que ha asistido, ha participado "siempre con el carácter de miembro de pleno derecho en condiciones exactamente iguales que las demás naciones miembros de la Comunidad Iberoamericana". Recuerda además a las autoridades españolas que la isla es fundadora de esa comunidad iberoamericana y participa en igualdad de condiciones en todas sus conferencias cumbres, así como en el Parlamento Latinoaméricano.
[Alarcón, en su carta, ignora la reunión de 1986, en la que el entonces presidente del Congreso, Félix Pons, no invitó a Cuba a la conferencia de presidentes de Parlamentos latinoamericanos que se celebró en Madrid. A raíz de ello, Fidel Castro tachó a Pons de "fascistoide" y "reaccionario", lo que provocó la protesta del ministro de Asuntos Exteriores, Francisco Fernández Ordoñez].
Alarcón afirma en su carta, que es respuesta a la que le enviaron Trillo y Barrero el pasado 6 de mayo, cursándole la polémica invitación, que en ninguna de las Conferencias de Presidentes de Parlamentos Democráticos Iberoamericanos celebradas antes "se le concedió a España ni a nadie la facultad de decidir quienes son los miembros de la Conferencia y con que carácter asisten a ella". Por ello, considera Alarcón que la actitud española constituye una "arbitrariedad y una usurpación de responsabilidades que nada tienen que ver con el espíritu de solidaridad iberoamericana y menos aún con la democracia".
"Grave ofensa"
"Nuestra condición plena de nación latinoamericana e iberoamericana no la puede ignorar o menoscabar nadie", dice Alarcón a los presidentes del Congreso y el Senado, antes de concluir su carta anunciándoles que no acepta "lo que ustedes denominan invitación". Ello supondría aceptar "una grave ofensa a nuestro pueblo, en nombre del cual adoptaremos al respecto las medidas pertinentes", afirma el dirigente comunista cubano.
La presidencia del Congreso de los Diputados respondió con un comunicado en el que "lamenta profundamente" que la Asamblea Nacional del Poder Popular de Cuba "sé haya excluido voluntariamente" de la conferencia de Madrid. "Las Cortes Generales, superando numerosas dificultades y acogiéndose a los precedentes y normas de funcionamiento en vigor aprobadas en Sucre en 1988, han hecho un gran esfuerzo por encontrar una fórmula que permitiera la participación de la Asamblea cubana en Madrid, puesto que el estatuto de observador no limita ni merma en ningún caso su capacidad de actuación", afirma la presidencia.
Por su parte, Inocencio Arias, portavoz del Ministerio de Exteriores, declinó hacer comentarios y se limitó a señalar que el ministro Abel Matutes había sido informado de la invitación cursada a la Asamblea cubana. El único requisito que el ministro solicitó fue que la invitación se cursara con el mayor consenso parlamentario posible, como así ocurrió, añadió Arias.
Este nuevo choque en las relaciones hispano-cubanas se produce cuando habían comenzado a amainar las tensiones bilaterales tras la última gresca diplomática provocada por el accidente de tráfico de un turista madrileño en Cuba, que degeneró en una agria crisis entre La Habana y Madrid.
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