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LA MAESTRANZA

Pepín Liria, por la Puerta del Príncipe

Antonio Lorca

Pepín Liria se encerró con seis toros, cortó tres orejas, salió por la Puerta del Príncipe y no hizo faena. ¿Se puede salir en triunfo así? A la vista está que se puede y es claro que se debe.Y se debe porque el diestro protagonizó una interesantísima tarde de toros a pesar de la nula colaboración de sus oponentes y de su escaso repertorio como torero. Los toros sólo lucieron presencia -menudo trapío el del tercero, con una arboladura impresionantemente astifina-, y les faltaron las fuerzas y la casta; es decir, casi todo lo imprescindible para que sea posible el toreo.

¿Qué se premió, entonces? Pues, nada más y nada menos que el valor en su plena dimensión, los desbordantes deseos de triunfo y pinceladas de buen toreo a la verónica y al natural. Pero, por encima de todo, Liria demostró una entrega inconmensurable. Se jugó la vida sin cuento y se le premió merecidamente con el más alto galardón que se le ofrece a los toreros que son capaces de crear emoción.

Ibargüen / Liria

Toros de Ramón Sánchez Ibargüen (4º y 5º devueltos por inválidos)-, muy bien presentados; Y, de impresionante trapío. Todos blandísimos; 5º y 6º, deslucidos.Pepín Liria: media (oreja); media caída y dos descabellos (silencio); estocada (oreja); pinchazo y estocada (ovación); estocada (ovación); estocada (oreja). Salió a hombros por la Puerta del Príncipe. Plaza de la Maestranza, 1 de mayo. Festejo organizado para la Asociación de la Prensa. Casi tres cuartos de entrada.

Y Pepín Liria emocionó de principio a fin, con un esfuerzo sin precedentes ante la escasísima colaboración de los toros de Sánchez Ibargüen. Su lucimiento fue su valor, su disposición, su cercanía de los pitones, el desprecio al peligro, y que no se desesperó en una corrida que pudo ser desesperante.

Con ese hambre de triunfo no es difícil emocionar y protagonizar momentos inolvidables. Como, por ejemplo, su forma de matar volcándose literalmente en el morrillo de los toros, y que le costó una impresionante voltereta en su primero. Estuvo a merced del toro unos segundos interminables que hicieron presagiar una inevitable cornada. Por fortuna, los pitones sólo le destrozaron la taleguilla.

Inolvidables sus largas cambiadas a porta gayola al tercero y al sexto, y su toreo a, la verónica ajustado y templado en el primero, en el quinto que fue devuelto y en el último. No hubo variedad con el capote, pero tampoco los toros lo permitieron, y a duras penas aguantaron los primeros capotazos antes de doblar las manos en la arena.

Y se inventó las faenas con la muleta a base de valor y de pasarse los pitones muy cerca de los muslos. De este modo, arrancó naturales largos a su primero, al que consiguió embeberlo tras un trasteo inteligente; desistió pronto ante el soso segundo, se jugó la vida ante el imponente tercero, lo intentó contra todo pronóstico ante el soso cuarto, asustó al manso y deslucido quinto y aguantó estoico las tarascadas del sexto. Al final montó la espada, se fue derecho como una vela hacia los pitones y el toro cayó redondo. La emoción seguía cuando se lo llevaban a hombros por el paseo de Colón.

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Sobre la firma

Antonio Lorca
Es colaborador taurino de EL PAÍS desde 1992. Nació en Sevilla y estudió Ciencias de la Información en Madrid. Ha trabajado en 'El Correo de Andalucía' y en la Confederación de Empresarios de Andalucía (CEA). Ha publicado dos libros sobre los diestros Pepe Luis Vargas y Pepe Luis Vázquez.

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