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El purgatorio

La firma anteayer por la patronal y por los dos sindicatos más representativos del Acuerdo Interconfederal -duramente negociado durante los pasados meses- ha cubierto la penúltima etapa del camino para una reforma del mercado laboral capaz de crear puestos de trabajo y dar estabilidad al empleo; sólo queda ahora que el Gobierno prepare los instrumentos normativos correspondientes y que el Parlamento debata y apruebe sus contenidos vinculantes. Ahora bien, no sólo de leyes vive el hombre: el nuevo marco jurídico es una condición necesaria pero no suficiente tanto para hacer disminuir el paro como para ir sustituyendo la precariedad laboral por el empleo estable.El Acuerdo Interconfederal trueca un relativo abaratamiento del despido improcedente y una reformulación de las causas objetivas del despido procedente contra la aprobación de un contrato indefinido destinado a jóvenes entre 18 y 29 años, parados que lleven al menos un año inscritos en el INEM, mayores de 45 años y minusválidos. El desequilibrio de los riesgos afrontados por las cúpulas de la patronal y de los sindicatos en ese trato es evidente: mientras que la plana mayor de la CEOE no tendría nada que perder si las expectativas de crecimiento del empleo estable se frustrasen, los dirigentes de CCOO y de UGT. se jugarían sus cargos en el supuesto de que los efectos perversos y las consecuencias no deseadas de la nueva regulación predominasen sobre sus consecuencias positivas. Aunque sólo fuese por el coraje moral implícito en esa apuesta, Antonio Gutiérrez y Cándido Méndez merecen el respeto del que son acreedores quienes renuncian a la seguridad burocrática de la mediocridad conocida para afrontar los peligros de las innovaciones inciertas. En cambio, las demagógicas críticas dirigidas contra el Acuerdo Interconfederal por la oposición interna de CCOO ofrecen los perfiles ventajistas propios de las estrategias a la contra; su preocupación por actuar sobre seguro (reivindicarían el acierto de su pronóstico si la reforma fracasara, pero no reconocerían su error si tuviese éxito) recuerda el cinismo del pintor del cuento: si con barbas, san Antón, y, si no, la Purísima Concepción.

Los elevados costes asumidos por los sindicatos al pactar con la patronal han sido correctamente descontados por las fuerzas democráticas que les prestan su apoyo. Aunque sectores minoritarios de IU como Nueva Izquierda también les brinden ese respaldo, el bloque mayoritario de la coalición hegemonizada por el PCE se ha rasgado las vestiduras ante la firma del Acuerdo Interconfederal. En la mejor tradición de las sectas ultraizquierdistas, Anguita reserva toda su capacidad de vituperio para la socialdemocracia política y para el movimiento sindical; en cambio, al coordinador de IU y secretario general del PCE parecen traerle al fresco los atropellos contra las libertades perpetrados por el Gobierno del PP, tal vez por el hastío que le produce todo lo que no sea perorar sobre los males del mundo desde su visión catastrofista de la historia.

Preguntado acerca de la bajada del tipo de interés acordada por el Banco de España en septiembre de 1996, Anguita respondió: "Ni fu, ni fa". Tras su entrevista con el presidente Aznar del pasado jueves, el coordinador de IU comentó a los periodistas que la inclusión de la peseta en el euro le dejaba "indiferente". En contraste con ese helado desapego por los asuntos terrenales, Anguita reclama incesantes debates, entrevistas y monólogos en prensa, radio y televisión para condenar contundenternente mañana, tarde y noche un Acuerdo Interconfederal concebido -en su opinión- no para promover el empleo, sino para fomentar el despido. Un personaje de Sartre decía en A puerta cerrada que "el infierno son los otros"; tal vez la pesadilla orwelliana de esa anunciada presencia ininterrumpida del coordinador de IU en los medios de comunicación escritos y audiovisuales fuese vivida por sus lectores, oyentes y telespectadores como una variante del purgatorio.

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