La terapia surte efecto
El Valencia volcó toda su rabia sobre un Athletic muy tierno en la primera parte
Fuera bien por humildad o bien por desesperación, Valdano decidió escuchar a sus jugadores. No hizo otra cosa durante la semana. Dejarles que se explicaran: ahora se pasaba Zubi por su despacho, más tarde entraba Karpin y después quien quisiera. Cada uno expuso su diagnóstico y el entrenador extrajo sus consecuencias. Muy positivas para el grupo, vistos los resultados. El Valencia tuvo un arrancada furiosa que mantuvo durante gran parte del primer tiempo. Sustentado en la clarividencia de Ortega y las vitaminas de Farinós y Karpin, el grupo de Valdano apabulló a un Athletic muy tierno que sólo respiró tras el descanso, cuando el Valencia ya vivía de las rentas. Tan sólo Urzaiz, con dos tantos, se salvó de la quema. El Valencia aparca así su arraigada crisis, pero no se sabe hasta cuándo, pues lo de ayer puede ser un capítulo más de la irregularidad endémica del equipo.El Valencia saltó herido al césped de Mestalla, fue recibido entre abucheos por sus feligreses, y se comió así, muy rápido, al Athletic. De dos bocados. No había mejor rival que el Athletic para aplacar la ira valencianista. Imposible encontrar a alguien tan cándido, tan permisivo en defensa y tan aparentemente falto de motivación. Una bicoca para un Valencia desesperado por casi todo: por la clasificación y por el ambiente crispado en el público, en los despachos y en el vestuario.
El equipo de Valdano se reencontró con el fútbol. En una semana en la que los cuchillos volaron sin control por todos los rincones del valencianismo, Valdano se refugió en los únicos que podían salvarlo: los jugadores. El técnico, que hasta entonces había hablado mucho y escuchado poco, hizo lo contrario. Y, por lo visto en el campo, surtió efecto.
Quizá de aquellas charlas salió un equipo más equilibrado: de laterales, los únicos laterales que tiene, mejores o peores, pero los únicos en su puesto: Mendieta y Romero; Karpin en la posición en la que provocó que Aragonés se enamorara de él y el Valencia pagara 1.000 millones, la medio punta; y Farinós, que volvía al grupo tras una lesión, para afianzar el sentido creativo del conjunto, cimentado en un Ortega espléndido.
Por cierto, que, antes del partido, apareció una pancarta negra en Mestalla con el siguiente escrito: "En el Valencia hay un burrito y no es Ortega". Y por lo visto alguien se dio por aludido,pues fue retirada la pancarta de inmediato por los guardias de seguridad del estadio. Sin dejar que la gente preguntara a quién se refería. Desde luego Ariel ayer más que un Burrito fue un lince, lanzando desde la media punta a sus compañeros, provocando penaltis y engañando a Etxeberria con facilidad en cada penalti.
Valdano volvió a su sistema originario, el rombo, y el dibujo funcionó engrasado, con un centro del campo casi siempre superior al del Athletic. De modo que el público, que había acudido allí predispuesto a alimentar su cabreo, aplaudía cada acción con gesto incrédulo. Qué remedio.
El partido se equilibró tras el descanso. Limpió un tanto su pobre imagen el Athletic y el Valencia se dio por servido don su primer tiempo primoroso.
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