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ÓPERA - 'EL BARBERO DE SEVILLA'

Fígaro vuelve a su tierra

El rossinismo pudo ser en España una manía, pero permanece en la historia como una razón. Una originalidad, un espíritu, un pensamiento y un talante como los de Rossini se dan sólo una vez y perduran por su belleza, pero también por la carga progresiva de invenciones como El barbero de Sevilla.Y esto hasta tal punto que si, como recuerda Moreno Mengíbar, un Bretón de los Herreros rimó sobre Rossini, pasado el tiempo, el Ortega y Gasset de 24 años escribe a su padre desde Leipzig estas sorprendentes palabras: "Hemos nacido en una de las épocas de más terrible vulgaridad de la historia. Si no fuera por la música de Beethoven, Wagner y Rossini y por los Diálogos de Platón, si no fuera porque tenemos mucho que, hacer para crear a los hombres un más alto porvenir, sería cosa de irse".

Una vez más reviven en Sevilla Rossini, su Fígaro, su entorno humano y geográfico. Y lo hacen con una belleza, una fantasía y una veracidad capaz de destruir los usos más viciosos para enaltecer al compositor, al fabulista Beaumarchais, al mito y a la misma Sevilla, este milagro de la luz que periódicamente parece resurgir al impulso de su historia y de su ser.

El teatro de la Maestranza es estos días para Rossini y su Barbero el de la maestría. En la escena, sus valores, sus luces, su realismo mágico, sus voces universales y una orquesta transparente como la misma claridad de la ciudad funcionan armónicamente y con la característica elegancia de las escuelas sevillanas de todo orden.

Cantarina nitidez

La imaginación plástica, el sentimiento y la autenticidad idealizada de la grande y leve pintora Carmen Laffón, junto al escenógrafo portuense Juan Suárez, hacen prodigios que devienen acorde perfecto por el maravilloso clasicismo de los trajes originales de la sevillanísima Ana María Abascal, la nota dominante de la iluminación del italiano Vini-cio Cheli y la tónica asesoría histórico-literaria de Jacobo Cortines Murube. El resultado final cabe en pocas palabras: Sevilla encontró medida, emoción y perspectiva en el teatro del paseo de Colón.Desde la rectoría musical, el milanés Alberto Zedda -una mente antes que una batuta- demostró su profundo conocimiento rossiniano al depurar el Barbero de adherencias y abultamientos. La Real Orquesta Sinfónica de la ciudad sonó con canarina nitidez y transparente polifonía, lo mismo que el Coro de los Amigos de la Maestranza que dirige Vicente La Perla.

Si exceptuamos el escaso atractivo vocal del tenor William Matteuzzi, un Alma Viva que tiene poco que ver con lo que la historia nos dice del de Manuel García, el reparto puede aceptarse y aplaudirse en cualquier gran coliseo internacional. La soprano Cecilia Gasdía hizo una Rosina entrañable, inteligente y combativa, cantada con bellísima voz y arte muy inteligente; no menor eficacia logró el barítono Leo Nucci en un Fígaro bien servido y analizado en tanto el irrepetible Ruggiero Raimondi dictó lecciones de noble estilo y amplia ductilidad expresiva en Don Basilio; Enrique Serra impostó en el nivel general su Doctor Bartolo y Marina Rodríguez Cusi, en la criada del doctor, convirtió en significante su arietta.

"Ciudad maravillosa"

Con todo ello, esta inmensa y genial tonadilla, tan italiana y con la cola final de las seguidillas boleras, cobró ante nuestros ojos y nuestros oídos una real valoración sevillanista, desde sus portadas dieciochescas, sus recodos callejeros, sus patios y jardines y hasta en el lujo de unos cuadros vivificadores el primero de los cuales fue la célebre vista de la ciudad desde el Guadalquivir de Carmen Laffón que guarda la Fundación El Monte.En medio de la intangible "ciudad maravillosa" (así pensaba Falla titular su proyectado homenaje a Sevilla), la ciudad imaginaria del escenario inundó el teatro de colores y perfumes, casi de sabores, en una exacta suma de la verdad con la autenticidad. El público también respondió. Además del estreno, al que asistieron los duques de Lugo, ya están agotadas las localidades para las próximas representaciones de los días 13, 15 y 17, con un total de 7.000 localidades, aunque la demanda había multiplicado por cuatro 0 cinco dicha cifra para ver esta producción sevillana.

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