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Tribuna:BROTES DE MENINGITIS
Tribuna
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Pánico en la comunidad

El autor sostiene que las reacciones de miedo y la confusión que suscitaron los casos de meningitis C podrían haberse evitado con vacunas disponibles en las farmacias y con una mayor claridad informativa

Pocas enfermedades pueden producir tanta alarma civil, social y médica como cuando aparece un brote de infección meningocócica en una comunidad". Con esta frase comienza una excelente revisión y actualización sobre esta infección publicada hace justo un año en la revista Pediatrics, órgano de expresión de los pediatras norteamericanos.¿Qué es lo que ha para que justo este año haya surgido la alarma en nuestra comunidad? Sobre una base general de desconfianza (el pueblo no olvida), la información y los mensajes no han logrado desde el principio los objetivos deseados.

El tema estaba en boca de toda la población cuando las autoridades sanitarias se decidieron a hablar. Algunos profesionales llegaron a "dudar de la capacidad intelectual de los discrepantes". Más tarde ellos mismos propondrían una reflexión profunda sobre el tema, sugiriendo ser incluidos en el grupo de los que discrepaban. También han proliferado las informaciones superficiales y hasta en algunas ocasiones tendenciosas.

Los medios de comunicación han jugado un importante papel. Algunos no disponen de personas especializadas en temas sanitarios y para muchos el meningococo era nuevo en esta plaza. Un amigo metido en el mundo de la información me decía uno de estos días "... tengo encima de la mesa todos los periódicos de la mañana y conforme voy leyendo lo que tienen escrito sobre la meningitis, me está invadiendo por momentos un pánico (dícese del miedo grande, sin causa justificada) horroroso". La poca claridad en los planteamientos, la diversidad de argumentos y argumentadores y los mensajes a veces contradictorios han contribuido sin duda a generar la alarma.

Quizás el aspecto que más ha colaborado en esta confusión haya sido todo lo referente a la vacuna frente al meningococo. Uno de los logros más importantes del presente siglo en la lucha contra las enfermedades infecciosas ha sido la universalización de las vacunas.

Las vacunaciones están tan introducidas en nuestro sistema sanitario que apenas despiertan ningún interés. La actitud frente a las vacunas varía según los países, las instituciones y hasta los mismos pediatras. Las medidas preventivas nunca han renido un efecto inmediato y por eso no son bien vistas por muchos de nuestros políticos, más partidarios del "aquí y ahora". Es mucho más fácil y políticamente rentable decidirse por algo que proporcione resultados inmediatos, como por ejemplo un programa de trasplante del tipo que sea, o la adquisición de un determinado y sofisticado material o medicamento.

La vacuna del meningococo C, como todas las vacunas, tiene sus pros y sus contras, grandes ventajas y algunos inconvenientes. Es una vacuna de la que ya se tiene una extensa información y lo suficientemente segura como para estar en, las farmacias de los países europeos.

Se ha usado con buenos resultados para el control de numerosos focos epidémicos tanto en Estados Unidos como en Canadá, Australia, Checoslovaquia, etcétera. Los criterios para su recomendación dependen de la situación concreta que se presente y se acepta unánimemente que son las autoridades sanitarias locales las que deben, siguiendo diversos criterios técnicos, decidir cuándo, cómo y a quiénes recomendarla.

¿Qué es lo que ha ocurrido entonces en nuestra comunidad? Los primeros casos ocurrieron en la zona sur-este, fuera del cinturón de la M-40, Villarejo de Salvanés, Vicálvaro, Vallecas, Rivas, etcétera. Toda esta zona centra su actividad hospitalaria en el hospital Gregorio Marañón y el hospital del Niño Jesús. En ellos se atendieron a los primeros pacientes y los sanitarios que allí trabajan fueron los primeros en concienciarse del brote y de constatar la gravedad de algunos casos. Esto hizo que se empezaran a solicitar vacunas en la sección de Medicación Extranjera de nuestra Comunidad.

En las primeras colas se vieron batas blancas. Parte del personal de estas instituciones, sanitario y no sanitario, vacunó a sus hijos y lo recomendó a parientes y conocidos.

Las noticias vuelan y mucho más si entre los enfermos había algunos niños fallecidos. Niños sanos sin ninguna enfermedad de base y que en cuestión de horas adquieren una enfermedad infecciosa que puede acabar con su vida. Esto es algo que cuesta entender en los tiempos actuales. Hoy en día los niños no se mueren, salvo en algunas enfermedades crónicas o en accidentes. La alarma cundió y el desconcierto llevó a las patéticas imágenes de las colas de todos conocidas y el pánico se extendió entre la población. El problema no era ya si había o no epidemia, si había o no que vacunar, sino si tenías o no tenías la vacuna.

Así pues, las autoridades sanitarias con los datos en la mano recomendaban no vacunar, pero los mensajes no calaban en su población. Desde algunas posiciones se atacaba a la vacuna alegando que ante una posible onda epidémica, los ahora vacunados no responderían a una nueva dosis, dejándolos desprotegidos. Ningún estudio serio, ni organismo oficial llega a esta conclusión, solamente algunas observaciones lo sugieren.

El hecho de que esta vacuna no confiera una larga inmunidad, no significa que no proteja y ante una nueva situación de riesgo los organismos internacionaies recomiendan poner una nueva dosis. El Center for Diseases Control and Prevention (CDC) de Atlanta, uno de los organismos más prestigiosos del mundo en estos temas, concretamente en su informe de 14 de febrero de 1997 señala que ante una nueva situación de riesgo, por ejemplo una epidemia, en los niños vacunados menores de cuatro años, se debería volver a poner otra dosis pasados dos o tres años y en los mayores de cinco esperar de tres a cinco años. Ésta es una vacuna compuesta por un polisacárido de la cápsula del meningococo y su inconveniente mayor es justamente su sencillez, no tiene la eficacia que todos desearíamos, pero nada más. Por eso se están desarrollando otras vacunas llamadas combinadas que añaden al polisacárido una proteína con el objeto de mejorar su eficacia.

En medicina estamos cansa dos de ver en investigación clínica, y esto lo es, resultados similares, diferentes y hasta contradictorios con el mismo producto. La experiencia con esta va cuna ha demostrado su seguridad y eficacia para controlar las situaciones de epidemia. El no tener la respuesta inmunológica deseable y hasta que ello se consiga, es por lo que no se recomienda, salvo en casos de epidemia, ni está incluida en el calendario vacunal de ningún país.

Mientras todo esto acontecía, algunos niños y sus padres disfrutaban de la semana blanca y al volver a Madrid se encontraron con el problema en su punto más culminante. El día clave fue el viernes 21 de febrero. Las colas para conseguir la vacuna recordaban más las que se ven en zonas de conflicto bélico que las de una comunidad organizada que lucha contra una enfermedad infecciosa a finales del siglo XX. Colas de cinco a nueves horas, papeles que hay que conseguir a cualquier precio, mercado negro desde Andorra (en esta ocasión la mísera, no la bella), programas basura auténtica basura, personajes públicos desafortunados y alarmistas, algunos políticos se quedaron con las vergüenzas al aire, portadas de periódicos más propias de un país con bananas que de una árida meseta.

En esta última semana la presión parece haber cedido y el pánico también, se entienden mejor las razones, las colas han disminuido. Algunas madres me comentaban que no quedaban vacunas desde Burdeos hasta los Pirineos, en el aeropuerto de Francfort no se podían encontrar. Otro rumor hacía referencia al Reino Unido, siempre tan pragmático, desde allí habían ofrecido a nuestras autoridades sanitarias ensayar una vacuna que están estudiando, para ver los efectos de una vacunación masiva. Otros sugerían la ayuda cubana.

Las autoridades sanitarias abrieron algo más la mano con la vacunación. Pero los padres se preguntan cómo antes la va cuna era peligrosa y ahora no. Algunos, presos de una lógica confusión, rechazan vacunas a sus hijos. Muchas madres tienen la vacuna en la nevera pero esperan que el panorama se aclare. Se ha empezado a vacunar en Coslada y San Fernando, dos grandes comunidades próximas al núcleo urbano. La historia sigue, todavía no ha concluido.

Pues bien, algo de esta confusión y pánico se hubiese evitado si la dichosa vacuna hubiese estado; como en el resto de países europeos, registrada y de libre dispensación en nuestras farmacias. Más si como era sabido el meningococo aparece todos los años y el serotipo C subía año tras año. No es fácil entender esta política restrictiva de nuestro Ministerio de Sanidad. Por poner otro ejemplo mencionaré lo que ocurre con la varicela. Esta enfermedad es mucho más benigna que la del meningococo, pero es endémica en nuestro país y al final antes o después casi todos nuestros niños pasan la enfermedad. Las madres la conocen muy bien y en algunas ocasiones puede ser grave.

Existe una vacuna que está en el mercado de casi todos los países europeos y asimismo se encuentra incluida en el calendario vacunal norteamericano, es decir, no sólo está permitida sino recomendada por las autoridades sanitarias de aquel país.Tampoco se puede conseguir en nuestras farmacias. Se puede discutir sobre la conveniencia de su indicación, los habrá más o menos partidarios, pero que hoy en día pudiendo evitar la varice la y por decreto (mejor dicho por ausencia de) todos los niños españoles tengan que pasar esta enfermedad, no parece cuando menos procedente. Déjela usted en las farmacias y cada uno que asuma su responsabilidad, los pediatras de una parte y los padres de otra. Las recomendaciones oficiales vendrán después y dependerán de la autoridad político-sanitaria de turno.

Creo sinceramente que nuestros niños y éste es un problema que afecta a todos nuestros ni nos, se merecen algo mejor. El espectáculo bochornoso que ha dado nuestra comunidad no puede ser expresión de su grado de madurez y cultura. Asumir cada uno su responsabilidad ha quedado en un tópico que ya nadie practica, pronto quedará todo diluido, pero el ejemplo dado a nuestros pequeños ha sido cuanto menos penoso.

Nuestros niños, como en todos los países del primer mundo, son individuos alegres y con fiados, confían en sus mayores, en sus instituciones. A diferencia de otros grupos etarios, no forman ningún grupo de presión. No piden que el Estado les compre un juguete o que el Mi-nisterio de Asuntos Sociales los lleve una vez al año a Benidorm. Sólo piden un poco de lo que a ellos tantas veces se les exige y por definición adolecen, un poco de seriedad para plantear los problemas y de madurez para resolverlos.

Félix Omeñaca Terés es médico pediatra.

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