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El amigo americano

Andrés Ortega

La ampliación de la OTAN viene a constituir un fracaso de la Unión Europea. Pues es la alianza militar la que va a dar el primer paso decisivo para incorporar a países que se habían quedado del otro lado durante la guerra fría. Es verdad que es más fácil ampliar la OTAN que la Unión Europea. Pero también conviene no ignorar que es un triunfo de unas tesis que, sobre todo, ha Impulsado Estados Unidos.Estados Unidos se configura así como el principal artífice de lo que se viene a llamar la nueva arquitectura europea de seguridad. En ella, y pese a otros avances más teóricos que reales en la Identidad Europea de Seguridad y Defensa, ésta se va a plasmar operativamente en -el seno de la OTAN antes que en la UE. Es, ante todo, más barato. Pero refleja que, pese a su menor presencia militar en el Viejo Continente, EE UU sigue siendo una potencia europea, con una visión ambivalente respecto a la transformación de Europa en potencia.

Con la guerra fría, Estados Unidos ha venido empujando a Europa occidental a una limitada unificación. Pero ¿cuál es su postura ahora al respecto? Probablemente, Bill Clinton defienda esta integración, a pesar de que plantea una cierta competencia, especialmente si nace la moneda única, que no gusta a su predecesor, George Bush -según ha dejado claro este último en Madrid- .Pues rivalizará en una medida aún desconocida con el dólar y puede plantear problemas de todo género si no se busca un nuevo sistema monetario internacional.

El hecho de que durante la primera presidencia de Clinton se firmara -en Madrid en diciembre de 1995- la Nueva Agenda Transatlántica indica la importancia que este presidente le da a las relaciones con Europa. En parte, porque las relaciones bilaterales -sobre todo con el Reino Unido, ahora reemplazado por Alemania como interlocutor privilegiado- no llenan ya las necesidades estadounidenses. En parte, porque cuando Estados Unidos empieza a aminorar su compromiso en Europa, Europa vuelve a generar problemas de seguridad: no ya uno y central, sino de diversa índole.

Esta nueva agenda se planteaba cuatro prioridades: promover paz y estabilidad, democracia y desarrollo en el mundo; responder a desafíos globales (incluidos los del crimen internacional); contribuir a la expansión del comercio mundial, y construir puentes a través del Atlántico. La aplicación del plan de actuación que le acompañaba, sin embargo, ha dejado mucho que desear, en particular cuando Washington y Europa se ven bastante separados por sus respectivas políticas hacia Cuba, Libia o Irán, entre otros desacuerdos.

La génesis de esta Nueva Agenda Transatlántica es descrita con claridad e información de primera mano -excepción hecha de la olvidada aportación española- por Anthony Laurence Gardner en su reciente libro A new era in US-EU relations? (¿Una nueva era en las relaciones EE UU- UE? Significativos interrogantes. Pues, a pesar de todo, de la intensificación de los contactos en un número más amplio de áreas y del cambio de tono y sustancia de estos contactos que aprecia Gardner, sobre estas imprescindibles relaciones siguen pesan do muchas dudas a medida que Europa intenta afianzarse. Y una duda principal es si la construcción europea podría afianzarse no ya en contra de, sino sin Estados Unidos.

El riesgo es que EE UU siga contemplando a Europa como un socio menor, un junior partner, como dicen ellos. Pues esta comunidad transatlántica no funcionará de verdad mientras no sea una relación de tú a tú. Lo que requiere tres cosas: que Estados Unidos trate a Europa de igual a igual; que Europa sea una, que se transforme de espacio en potencia, y que su economía se recupere, so pena de que la de EE UU despegue de nuevo sin Europa. No es sólo Europa la que se juega su futuro en ello, sino que Estados Unidos también necesita de ese espejo europeo para evitar caer en actitudes que no le beneficiarían. En el fondo, EE UU necesita de Europa. Al menos creámoslo. Y hagamos que se lo crean.

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