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Protestas en Estados Unidos por la nueva ley de inmigración

Varias ciudades de EE UU, desde Miami a Boston y desde Newark a Los Ángeles, fueron ayer escenario de protestas contra la ley de inmigración que el martes entró en vigor. Esta ley, promovida por la mayoría conservadora del Congreso y ratificada por Bill Clinton, refuerza los controles fronterizos, dificulta la entrada de nuevos inmigrantes en EE UU, complica la consecución de asilo político y agiliza la expulsión de los aproximadamente cinco millones de ilegales que viven en el país, que tienen un plazo de seis meses para intentar regularizar su situación.

En Miami hubo tensión cuando policías a caballo forzaron a medio millar de manifestantes, la mayoría inmigrantes haitianos, a abandonar la calzada y regresar a las aceras. "Trabajo aquí desde hace dos años; tengo seis hijos, uno de ellos nacido aquí; no quiero ser deportado; quiero la libertad y el trabajo que promete este país", declaró el haitiano Étienne Donne.John Favalora, arzobispo católico de Miami, se sumó a las protestas contra la nueva ley. En una conferencia de prensa, Favalora la calificó de "sin corazón, inhumana y contradictoria con nuestro espíritu norteamericano". "Las medidas contra los inmigrantes", dijo, "se inscriben en una tendencia creciente en nuestra sociedad a definir a los seres humanos como problemas. Las personas no pueden ser consideradas un problema, sean inmigrantes, ancianos o pobres".

Unos 40.000 nicaragüenses de Florida se encuentran entre los millones de extranjeros que esta compleja y confusa ley amenaza con la deportación. Zildghian Jarquín, una muchacha de 17 años que lleva una década viviendo en Miami, podría verse obligada a regresar a un país del que ya no se acuerda, perdiendo sus estudios de Medicina. "Todos mis sueños", dijo ayer Zildhian, "se van a la basura".

"Los inmigrantes unidos jamás serán vencidos", gritaron en español e inglés unos 200 irlandeses y colombianos reunidos frente a un edificio gubernamental en Newark (Nueva Jersey). "Ningún ser humano es ilegal", se leía en las pancartas.

EE UU, "un país de inmigrantes" cómo recordó Clinton en el discurso de inauguración de su segundo mandato, comenzó a poner puertas a la entrada de extranjeros en 1924, cuando una ley estableció límites cuantitativos (165.000 personas al año) y cualitativos (cuotas por orígenes nacionales) a la inmigración. En 1965 fue abolido el sistema de cuotas por discriminatorio y en 1990 se situó en 675.000 personas al año la cifra máxima de inmigración legal. El pasado año, según fuentes oficiales, casi un millón de extranjeros fueron aceptados como inmigrantes legales.

Pero el imán norteamericano sigue atrayendo a muchos más extranjeros de lo establecido. Para intentar impedirlo, republicanos como el tejano Lamar Smith promovieron durante la pasada legislatura las medidas que acaban de entrar en vigor. "El que alguien haya vivido ilegalmente en EE UU durante varios anos y no quiera regresar a su país, no es una razón legítima para permanecer aquí", afirma Smith.

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