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Convivencia forzosa

Los 72 rehenes de la Embajada japonesa en Lima y sus captores se relacionan con cordialidad

Juan Jesús Aznárez

Más desasosegados y proclives a la depresión los jefes policiales, magistrados y un diputado directamente implicados en lucha antiterrorista, pero temiendo todos que el fracaso de las negociaciones en curso conduzca a un asalto militar de la residencia, los 72 rehenes del Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) cumplieron 100 días de cautiverio confiando en que la "etapa de reflexión" de Semana Santa alumbrara una solución pacífica de la crisis. Muchas cosas sucedieron en la casa del embajador japonés en Lima, tomada el 17 de diciembre por un comando a las órdenes de Néstor Cerpa Cartolini. Algunas pueden contarse, pues son veniales; otras permanecen ocultas porque así lo piden sus relatores, y las habituales son de general conocimiento, al afectar a la rutina de los secuestrados.Han pasado semanas desde que la carta de un policía a su amante le fuera entregada, equivocadamente, a la esposa, y desde el roce verbal entre el embajador de Bolivia, Jorge Gumucio, y un asaltante, pero la forzada convivencia de capturados y captores, en una espaciosa mansión iluminada por las velas y los visores de francotiradores apostados en azoteas próximas, transcurre "civilizadamente", y no exenta de "cordialidad". No se conocen episodios de violencia física ni sublevaciones. Fomentar una imagen de guerrilla política y distanciarse del terrorismo de Sendero Luminoso fueron prioridades del MRTA desde la irrupción a tiros en la recepción por el cumpleaños del emperador Akihito.

Figuran entre sus rehenes dos embajadores, dos ministros, cinco generales del mando antiterrorista, 19 ejecutivos de empresa y el hermano del presidente Alberto Fujimori. En total, 52 peruanos, 1 boliviano y 19 japoneses, que están enterados en líneas generales de que se negocia un arreglo, pero sin acceso a presiones sobre los contactos en curso.

Conviene mantenerse entretenido: algunos diplomáticos de Tokio imparten clases de su lengua; hay quienes han devorado la biblioteca de la residencia, incluidas colecciones de las revistas Time y The Economist; otros comparten juegos de mesa y arman rompecabezas. El Gobierno trata de armar el suyo y salir de la encrucijada. Son frecuentes las conversaciones del ministro de Asuntos Exteriores peruano, Francisco Tudela, y el embajador nipón, Morihisa Aoki, con Néstor Cerpa, Comandante Evaristo, y su segundo, Rolly Rojas, El Árabe. A veces se escuchan saludos en japonés, "Cerpa san" ("señor Cerpa"), "Aoki san" ("señor Aoki"), y cuentan que varios emerretistas se apuntaron temporalmente al menú con palillos y a la costumbre nipona de andar descalzos. Pero a pesar de la entereza mostrada por los rehenes y de los buenos modos del comando del MRTA las relaciones no dejan de tener sus altibajos.

El psiquiatra Mariano Querol, secuestrado el pasado año por delincuentes comunes, adivina que en la elegante mansión del barrio de San Isidro se ha establecido un mecanismo, de adaptación física y psicólogica. "Priman las posibilidades de una comunicación dialógica adecuada y un nexo de tolerancia hacia la otra persona". Querol no desconoce la violencia y crueldad asociadas a la privación de libertad de los rehenes, "pero para ellos [para el MRTA], desde su visión, es un acto tan válido como que la policía pueda detener por semanas a una persona acusada de terrorismo Inevitablemente, la Prolongada detención causó desequilibrios emocionales y físicos, combatidos cuando es posible con antidepresivos y diálogo. El médico del Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) Marc Cortal, catalán de 30 años, sabe de estos males: los atendió desde el primer día de la crisis, y su entrega y seriedad profesional fueron sobresalientes. Difícil en un conflicto de estas características, se ganó el respeto de secuestradores y secuestrados. Juan Julio Witch, padre jesuita, también se empleó a fondo: fue liberado, pero se negó a salir. Permanece para animar a sus compañeros de infortunio, ayudarles espiritualmente. "El comandante [Cerpa] me ha dicho que puedo salir libre en cualquier momento. Pero con la gracia de Dios (...) seguiré aquí", escribió a un hermano de la orden.

Aunque los problemas de salud son atajados, el encierro no perdona. El presidente de la Corte Suprema, Moisés Pantoja, comunicó a su esposa el deterioro sufrido: "Tengo los medicamentos a la mano. Pero me preocupa mi estabilidad y equilibrio. Cuando camino un poco tengo que detenerme para agarrarme a algo. La artritis no me deja a veces ni leer ni escribir, porque se me adormecen los dedos de la mano". Y a la espera de una pronta solución negociada de la crisis, sus principales protagonistas escuchan la radio, y en ocasiones señaladas estimulan con cuatro guitarras el triunfo del optimismo sobre el desaliento. Han recibido más de 500 libros (150 de ellos en japonés), 100 discos compactos con melodías occidentales y orientales y 105 revistas y periódicos deportivos. Los inodoros portátiles son 24: 12 instalados dentro de la Embajada, y el resto, fuera.

La correspondencia distribuida por el CICR, piropeada en las encuestas de opinión, constituye el desahogo fundamental: escriben cartas amorosas quiénes las tenían por cursis, se programan ya paradisiacas vacaciones conyugales, rezan el rosario cautivos escasamente devotos antes y, consecuencia de las situaciones límites, cambia la escala de valores.

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Steven Anderson, portavoz del organismo humanitario, destaca "la santa paciencia" de los rehenes tras 14 semanas de fuerte presión psicológica, y de incierto desenlace. Se han cruzado 7.294 cartas con sus familiares, dos a la semana, todas en castellano y leídas por la policía y el MRTA: 3.429 escritas por los cautivos y 3.865 por sus parientes. Y todas las tardes, por la Cadena Peruana de Noticias (CPN), los cautivos escuchan los mensajes de aliento y las canciones seleccionadas por quienes les esperan fuera.

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