Tras las huellas de una leyenda

Cuando éramos reyes se llevó de calle el Óscar a la mejor película documental del año. Esta maravilla de reportaje y montaje se merece eso y más que eso, porque es más que una buenísima película Es también, y sobre todo, un inteligente, divertido y apasionante ejercicio de evocación entusiasmada y de análisis de alta precisión en el interior de un asunto histórico menor, pero a su manera ímprescidible, lo mismo cómo recordatorio para quienes lo vivieron, que si se le ve en forma de revelación por quienes no lo cazaron conscientes.Se trata de la tremenda pelea entre los púgiles Cassius Clay o Muhammad Alí y Carl Foreman por el título mundial de los pesos pesados, celebrada en la capital zaireña, Kinshasa, el 30 de octubre de 1974, hace 23 años. Este intrincado, extraño y formidable combate, que movilizó la atención de medio planeta, tiene adosado a estas alturas aires de una leyenda, porque en él se puso en juego algo de más anchura que una supremacía personal y entraron en juego (y en colisión) ideas explosivas y formas encontradas de moverse en el interior de la tragedia americana que se inició en el asesinato de John Kennedy en 1963 y pareció (sólo pareció) cerrar la expulsión por delincuente de Richard Nixon de la Casa Blanca, cinco meses antes de la celebración de esta tremenda y desconcertante batalla entre las cuerdas.

Hora y media de puñetazos de verdad llenan la pantalla de este magistral trabajo, que -con otras dos joyas aquí estrenadas de su especie, Microcosmos y Atrapar los cielos- nos pone en bandeja un tipo de filmes que los programadores de nuestras carteleras suelen rechazar y que es una de las glorias ocultas del cine actual. Es vergonzoso que no lleguen habitualmente a nuestros cines algunas de las maravillas que hoy se hacen. en este territorio tan vivo de la imagen; y es un regalo que de cuando en cuando nos salpiquen excepciones tan impagables como este prodigio de indagación y de ritmo.