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Alemania intenta apaciguar la furia de Turquía, que se cree discriminada en la UE

El ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, el liberal Klaus Kinkel, emprendió el martes una visita a Ankara con la difícil tarea de apaciguar las iras de Turquía por el supuesto trato discriminatorio que recibe de la Unión Europea (UE). Kinkel estuvo a punto de anular el viaje, el martes en Roma, ante unas declaraciones del primer ministro turco, Necmettin Erbakan, quien dijo que el ministro alemán debería inclinar la cabeza avergonzado al acudir a la entrevista.

Portavoces del Gobierno turco intentaron quitar hierro al conflicto, al afirmar que habían sido mal interpretadas las palabras del islamista Erbakan. Las relaciones Turquía-Bonn se han deteriorado. El viaje de Kinkel se consideraba de antemano funambulismo diplomático. Turquía se siente agraviada por las continuas calabazas que recibe en la UE. El agravio quizá más grave y directo lo provocaron a mediados de mes los dirigentes democristianos reunidos en Bruselas, entre ellos el canciller alemán, Helmut Kohl, y el presidente del Gobierno español, José María Aznar, cuando vinieron a decir que Turquía no pertenece a la civilización europea.Esto no impide que la aportación militar de Turquía a la OTAN se considere bienvenida y útil para la defensa de Occidente. Políticos alemanes de todos los colores no cesan de repetir que Turquía no reúne, ni política, ni económicamente, los requisitos mínimos para ingresar en la UE.

Se achacan a Turquía atropellos a la libertad de expresión, con decenas de periodistas detenidos, y a otros derechos humanos, de los que puede ser testigo cualquier delegación que trate de visitar los territorios kurdos, como ha ocurrido estos días a una española. En lo económico, Alemania teme una invasión turca, si el país ingresase en la UE. Hoy día residen en Alemania más de dos millones de. turcos, un 28% de los extranjeros del país.

Exigencia de visado

Para agravar más la situación, Bonn acaba de acordar la exigencia de visados para los niños turcos, una medida que resulta sin duda inconcebible para quienes no tienen ninguna culpa de que sus padres tengan que ganarse la vida en, Alemania. En la lista de agravios se puede incluir la decisión de un tribunal de Francfort de relacionar a la familia de la ministra de Asuntos Exteriores turca, Tansu Çiller, con traficantes de heroína. La ministra anuló un viaje a Bonn porque Kohl no le dio cita.Pocas horas antes de la salida de Kinkel hacia Ankara, el primer ministro turco se encargó de echar más leña al fuego con unas declaraciones en las que pedía a Kinkel "respeto a Turquía". "Perderemos 5.000 millones de dólares [725.000 millones de pesetas] por la participación en la unión aduanera con Europa, que ha incumplido sus deberes financieros. Tendrán que inclinar su cabeza en señal de vergüenza cuando vengan a hablar con Turquía", dijo Erbakan ante los diputados de su partido.

Esto resultó demasiado para Kinkel, quien, al concluir el martes los actos del 40º aniversario del Tratado de Roma, decidió en un primer momento suspender el viaje a Ankara. Primero, con el pretexto de una avería en el avión, Kinkel aplazó unas horas la salida. Luego, se dijo con claridad que todo se debía al malestar producido por las declaraciones de Erbakan.

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La parte turca se esmeró en quitar hierro al asunto al asegurar que habían sido mal interpretadas las palabras de Erbakan. Kinkel salió hacia Turquía, pero queda el mal sabor de boca. En Ankara, Kinkel recurrió también a las buenas palabras: "Consideramos a Turquía como un buen aliado y amigo que pertenece a Europa", pero advirtió también que "tiene que hacer los deberes pendientes". "Ningún europeo tiene por qué inclinar la cabeza ni sentir vergüenza ante Turquía", advirtió, al tiempo que criticaba la "diplomacia de megáfono" de Erbakan.

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