Tema del traidor que es el héroe
Cultivado con el primor de un jardín secreto, el tema de la mafia y su mundo, sus códigos de conducta, sus desmanes y los desbarajustes mentales de sus miembros son tan frecuentes en el cine estadounidense contemporáneo como para constituir por sí solo casi un género de resonancias épicas, entre la negrura del cine criminal clásico y la psicopatología contemporánea. Un retrato de bajos fondos que, en muchos casos, se ha constituido en la metáfora por excelencia del gran tótem de nuestro tiempo, el dinero y el enriquecimiento instantáneo: de ahí su impacto y su constante éxito.Cierto es que su cultivo suele teñir muchos de los filmes individualmente considerados en cansinas copias de otros, o en el mejor de los casos, en obras que despiertan ecos pretéritos. Algo de eso ocurre con Donnie Brasco, un filme- sobre la traición y la amistad, pero también sobre el heroísmo y las ruindades del orden. Muchas de las cosas que el filme propone han sido ya vistas, y muchas veces: el poli que se infiltra en la Cosa Nostra, los códigos de comportamiento de los mafiosos, la vida familiar destrozada por un trabajo insano y en el fondo atroz, la crueldad de los asesinatos, el miedo a perder la vida por cosas que en el fondo se desconocen, la lógica mezquina de los cuerpos represivos, que queman a sus hombres en aras del supuesto bien de la comunidad.
Donnie Brasco
Dirección: Mike Newell. Guión: Paul Attanasio, según la novela Donnie Brasco, my undercover life in the Mafia, de Joseph D. Pistone y Richard Woodley. Fotografía: Peter Sova. Música: Patrick Doyle. Producción: Barry Levinson, Mark Johnson, Louis Di Giaimo y Gail Mutrux. EE UU, 1997. Intérpretes: Al Pacino, Johnny Depp, Michael Madsen, Bruno Kirby, James Russo, Anne Heche. Estreno en Madrid: cines Liceo, Lope de Vega, Acteón, Aluche, California (VOS), Excelsior, Vaguada, Cristal, Palafox.
Amistad entre hombres
Pero si el filme no cae en la rutina es por algunas cosas un tanto peculiares en su desarrollo y por la suma de talentos empleados en su realización. Una de esas peculiaridades es el hecho de que desde el punto de vista de su funcionamiento dramático- es menos un filme sobre los métodos operativos de la mafia que sobre la amistad entre dos hombres cuyo destino, por una u otra razón, está indisolublemente unido. Otra, el tratamiento de esos personajes, un perdedor inexorable y un traidor abismalmente atraído por el objeto de su traición, a quienes el gran Pacino y un Johnny Depp que mejora espectacularmente de película en película dotan de una formidable humanidad.No es menos importante, en todo caso, el trabajo del inglés Mike Newell, un cineasta irregular que parece condenado a ser siempre el director de la agradable Cuatro bodas y un funeral. Newell retrata con precisión y un encomiable sentido del tempo dramático esa relación entre hombres en el límite; su cámara profundiza en las oquedades de esos personajes con un acusado tinte realista: huelen, sudan, sufren, sangran siempre en un muy preciso naturalismo. Y, ya quedó dicho, Pacino y Depp aguantan sobre sus hombros toda la arquitectura del filme en un espléndido duelo interpretativo.
Babelia
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