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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Tráfico inhumano

UN TRÁGICO accidente en Figueres ha confirmado la existencia de redes organizadas de tráfico de imnigrantes ilegales. La novedad que aporta el suceso del domingo, que arrojo un saldo de 11 personas muertas, es la existencia de una red de transporte por carretera de trabajadores africanos clandestinos que conecta la entrada de inmigrantes por el Sur, desde Marruecos, en condiciones núserables y terribles (las conocidas pateras), con los puntos de destino de esta fuerza de trabajo ilegal, sea en España, sea en otros países europeos, como Francia e Italia. Las autoridades españolas han reaccionado con presteza y el propietario del camión accidentado en cuyo interior viajaban clandestinamente los inmigrantes fue llevado ayer al cuartel de la Guardia Civil de Almendralejo (Badajoz), a la espera de declarar ante el juez,.Las redes mafiosas que explotan este tráfico infamante no solamente obtienen pingües beneficios por las tarifas que cobran a los desesperados fugitivos de la miseria: desde 200.000 pesetas por el mero traslado a las capitales europeas hasta 500.000 si se incluye un trabajo, por lo general paupérrimamente remunerado. Cada vez con mayor frecuencia se comprueba que la explotación continúa, a veces por mucho tiempo, mediante la exacción de fuertes mordidas sobre los salarios percibidos a cambio de no denunciar su estancia ilegal en el país de que se trate.

La aparición de estas mafias ilegales parece una consecuencia lógica de las fuertes restricciones impuestas en Europa a la entrada de trabajadores de terceros países, especialmente africanos. En España, según estimaciones oficiales, hay más de 400.000 inmigrantes ilegales, algunos de los cuales tuvieron en su día los papeles de trabajo en regla. El viaje clandestino para cruzar el Estrecho, hacinados en pateras, ha originado frecuentes tragedias, hasta el punto de que se calcula en más de mil el número dé los muertos desde 1988.

El problema tiene un tratamiento difícil. Es evidente que los organizadores de este tráfico, que apenas se diferencia de las antiguas cordadas de esclavos, deben ser perseguidos por las autoridades y desarticuladas sus redes a través del trabajo policial coordinado de los países más directamente afectados, como España, Italia o Francia. Pero esta tarea es más fácil de enunciar que de realizar, porque las redes clandestinas responden con frecuencia a la demanda de unos empleadores deseosos de Contratar mano de obra barata.

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El problema de fondo, que empieza con la falta de trabajo-en sus paises de origen y la búsqueda desesperada de empleo en cualquier ciudad europea, no puede resolverse si no es con la aplicación de medidas a largo plazo. Mientras tanto, parece razonable aumentar el número de permisos legales de trabajo, dado que la escasez favorece siempre la aparición de un mercado negro -en este caso, de personas- y de organizaciones ilegales que lo explotan. Pero la presión migratoria que España vive muy directamente como frontera sur de Europa no podrá aliviarse mientras no mejoren sustancialmente las condiciones de vida en los países del norte de África. Ésa debería ser, por puro egoísmo, algo más que una prioridad retórica de la Unión Europea.

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