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Hussein presenta sus condolencias en Israel por la matanza de Naharayim

"Vuestra pérdida es mi pérdida". Prácticamente de rodillas, con voz trémula y expresión grave, el rey Hussein pronunció ayer esas palabras durante su visita de condolencia a Israel, pero la emotiva misión del monarca quedó ensombrecida por un exabrupto israelí que agravó la peligrosa crisis entre el Gobierno de Benjamín Netanyahu. y los palestinos. El ministro israelí de Justicia, Tzachi Hanegbi, aseguró que Yasir Arafat se arriesga a ser expulsado de la región autónoma de Gaza si promueve una oleada de disturbios.

El rey jordano jamás había estado tan cerca de Jerusalén desde su derrota y expulsión de Cisjordania en la guerra de 1967. Del brazo de Netanyahu, y bajo una lluvia tan fuerte como las medidas de seguridad, llegó al pueblo israelí de Bet Shemesh para visitar a las familias de las siete niñas israelíes asesinadas por un soldado jordano la semana pasada en Naharayim. Mientras daba pésames a todos y cada uno de los abuelos, padres, hermanos y hermanas de las víctimas en Bet Shemesh, israelíes y palestinos se preguntaban si el gesto del monarca va a poder parar la tormenta que se cierne sobre toda la región a raíz de la decisión israelí de comenzar esta semana a construir un nuevo barrio judío en la colina de Har Homa (Yabal Abu Gneim para los palestinos), en el Jerusalén árabe."Se necesita un milagro", decía anoche un cambista palestino resumiendo la impresión de todos los Gobiernos de la zona, asustados por las perspectivas de una nueva guerra en Tierra Santa.

La gira de Hussein -que aterrizó en Tel Aviv, se movió por las afueras de Jerusalén y por la noche pudo ver, desde el hotel King David, la cúpula dorada de la mezquita de Al Aksa, donde su abuelo, el rey Abdalá, fue asesinado por un palestino el 20 de julio de 1951- fue un acontecimiento que transcurrió sin incidentes.

El rey estaba conmovido. Eso se vio en las siete casas de las niñas muertas. Especialmente cuando fue a dar sus condolencias a los padres sordomudos de Adi Malka, la niña de 12 años de edad que era el puente de sus progenitores con el mundo exterior y que cayó mortalmente acribillada en el misterioso ataque del pasado jueves. Una intérprete del lenguaje de los sordomudos transmitió al rey los sentimientos de los desconsolados Aliya y Simóm Malka: "Esto es muy difícil. No tengo ningún poder para nada. Quiero que regrese mi hija. Tenemos la paz con su país, pero no tengo a mi hija", dijo la madre antes de desmayarse ante un rey al borde del llanto.

Hussein dijo que su visita en sí era una especie de plegaria de paz para la región. El rey viajó con dos de sus hijos, el príncipe Faisal y la princesa Aicha, ambos oficiales del Ejército jordano.

La expresión pública de pena del rey, agradecida por Israel, no llegó, sin embargo, a movilizar simpatía árabe. Todo lo contrario. El presidente libanés, Elías Haraui, observó públicamente algo que muchos árabes notaron. "Cuando los israelíes cometieron la matanza de 200 libaneses en la aldea de Qana el año pasado, el rey no vino a Beirut", dijo, reflejando, por supuesto, sólo uno de los ángulos del disgusto de Siria ante las maniobras pacifistas de Jordania hacia Israel tras la firma del tratado de paz de 1994.

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Los palestinos guardaron silencio, quizá porque se sentían insultados por una provocativa declaración del ministro israelí de Justicia, Zaji Hanegbi, que, en esencia, puso al presidente palestino, Yasir Arafat, sobre aviso y en estado de furia: si estalla la violencia por Har Homa, Israel le expulsará de Gaza. "Si abraza la violencia podría encontrarse dentro de muy poco haciendo las maletas y volviendo a vivir a caballo entre Túnez y Bagdad como tuvo que hacer durante años", dijo Hanegbi. Ahmed Tibi, uno de los principales asesores del presidente palestino, describió esa amenaza como una provocación brutal".

El ministro israelí de Infraestructuras, el halcón Ariel Sharon, echó más leña al fuego al acusar a Arafat de pasar armas de contrabando cuando viaja al extranjero.

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