En memoria de Joan Martorell
En París ha muerto Joan Martorell, amigo mío muy querido y amigo de tantos militantes del PSUC clandestino que en los años más duros del franquismo tuvimos que pasar por el, amargo trance del exilio. Tras la derrota de la República, Joan Martorell fue uno de los miles de españoles que se refugiaron en Francia y pronto continuaron la batalla sumándose a la resistencia contra los invasores nazis. Fue detenido, torturado y enviado a un campo de concentración hasta el final de la guerra. Sobrevivió milagrosamente, pero nunca se repuso totalmente de las penalidades sufridas. Su cuerpo, frágil, pequeño y enjuto, fue duramente castigado, y pagó hasta el final un precio muy alto por su fidelidad a la causa de la democracia. Las autoridades francesas lo distinguieron con la medalla de la Resistencia.Su casa de París, aquel ático de la calle de Louis le Grand, al lado mismo de la Ópera, fue centro de acogida, de refugio y de reunión de tantos exiliados posteriores. Y también lugar de tertulia, desde donde seguíamos las noticias que llegaban de nuestro país e intentábamos percibir las novedades políticas y culturales que empezaban a abrirse paso. Con Joan, hablador impenitente, y con su mujer, Françoise, profesora de español que actuaba siempre de moderadora cuando su mando se embalaba, nos reuníamos Teresa Pamies Gregorio López Raimundo, Francesc Vicens, Jordi Borja, Jordi Sales y tantos otros.
Desde aquellos años difíciles han cambiado mucho las cosas Pero todos hemos seguido siendo sus amigos, todos hemos ido a verle cuando pasábamos por París y le hemos acogido cuando él y Françoise venían a Barcelona. Estaba al día de todo, seguía la política española, catalana y mundial con total precisión. Y como tantos otros hizo su propia evolución. Durante años he recibido con regularidad sus cartas y opiniones sobre el socialismo en Francia y en el mundo, y, muy especialmente, sobre los aciertos, los errores y las perspectivas del socialismo en nuestro país, al que apoyaba con pasión, pero también con sentido crítico. Hace un par de meses recibí su última epístola, con una letra vacilante que ya presagiaba el final, pero con la misma lucidez y la misma pasión de 10, 20 o 30 años atrás.
Con él ha muerto otro héroe anónimo, o sea, el héroe real que ni se percibe a sí mismo como tal ni quiere que suenen por él campanas desaforadas.
Simplemente fue fiel a lo que creía-
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