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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La soledad de Israel

SI ALGO no necesitaba el maltrecho proceso de paz era un atentado atroz como el que ayer segó la vida de unas jóvenes israelíes que viajaban en un autobús escolar por una zona próxima a la frontera entre Jordania e Israel. Los disparos tienen un responsable concreto: el soldado jordano que los efectuó. Pero reflejan también que el nivel de tensión en toda la zona ha alcanzado un grado altamente peligroso. Lo responsable sería no sólo que todas las partes implicadas apelaran a la calma, sino que tomaran medidas para fomentarla.El atentado ha puesto en mala situación al rey Hussein de Jordania, tradicionalmente uno de los mejores aliados de Israel en el mundo árabe pero cuyas relaciones con el Gobierno de Netanyahu se han deteriorado sobremanera en los últimos tiempos, especialmente tras la decisión israelí de autorizar nuevos asentamientos judíos en Jerusalén Este. El monarca jordano, de visita en España, canceló un viaje que le iba a llevar también a EE UU y regresó de inmediato a Ammán.

En este contexto, la apresurada convocatoria por Arafat de una conferencia internacional en Gaza, a la que no han sido invitados representantes israelíes, pone aún más de manifiesto la soledad de Tel Aviv. Sobre todo, una vez que Estados Unidos ha anunciado su participación, quizás para compensar a los palestinos del veto norteamericano en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas a una condena de Israel por su política en Jerusalén. Pero también porque Estados Unidos es el único país con el peso y la credibilidad suficientes para intentar, una vez más, encarrilar el proceso de paz. Ahora bien, cabe dudar de que esta conferencia en sí haga que Netanyahu dé su brazo a torcer, ya sea en la retirada militar de Cisjordania que los israelíes plantean en términos

mínimos, o, sobre todo, en su política de asentamientos en Jerusalén. A estas alturas, la marcha atrás en la decisión sobre los asentamientos en Jerusalén se ha convertido en la piedra de toque de una dificultosa reanudación del proceso de paz.

La generación de un nuevo clima requiere esfuerzos por todas las partes. Es de esperar que ni el primer ministro israelí ni Arafat apuesten por un agravamiento de la tensión, que, al cabo, se tomaría contra ellos mismos. Y, en último término, contra todos.

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