Antolín concluye una trilogía sobre 30 años de la vida de una mujer

Ahora que Enriqueta Antolín (Palencia, 1941), periodista y novelista, concluye su trilogía con Mujer de aire (en Alfaguara, como las dos novelas anteriores: La gata con alas, 1992, y Regiones devastadas, 1995), una indagación en la memoria colectiva a través de los ojos de una niña en Toledo, en los primeros años cincuenta, y de una mujer que arrastra secretos, enigmas y frustraciones, en Madrid, en los años ochenta, tiene claro que la memoria es la fuente de la literatura y que el escritor mete la mano en el agua de la memoria por ver qué puede sacar."Yo nunca voy a escribir nada que no tenga que ver con la memoria", confiesa, pero una memoria, la suya, que no le enmarca un pasado; al contrario, es ella la que le pone marco. ",Y ese marco es la literatura. Yo no he querido hacer una obra testimonial, sino una obra literaria. Ojalá que refleje una época y unas conductas, peto he sacrificado la verdad las veces que ha sido necesario para hacer literatura".

Y en ese sentido, la niña de las dos primeras novelas no es ella, "pues yo no fui así, no viví aquello así, pero sí me he metido tanto en la piel de ella, como se mete un actor en su personaje, que estoy segura de que yo me hubiera comportado y hubiera reaccionado a sí si hubiera tenido ese padre, ese abuelo, si hubiera tenido que hacer frente a todo ese pasado". Meterse en esa niña, en ese mágico territorio de la infancia, le costó en su momento más que ahora ver a la protagonista ya mujer. "La mujer estaba demasiado cerca de mí como para tenerla que recordar, a la niña que pude ser o que fue la de las novelas; a ella la he tenido que recrear más que inventar, pero la he recreado desde mi interior sin ninguna ayuda externa. La he buscado dentro de mí".

Ha buscado tanto a la niña que fue como a todos esos personajes de su trilogía (desde la madre silenciosa y resignada hasta el padre ausente, pasando por el abuelo o por las vecinas, con el Toledo de la primera posguerra al fondo).