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¿Y el Gobierno, qué?

Soledad Gallego-Díaz

El debate sobre los criterios de convergencia que deben alcanzar los países que aspiren a integrarse en la moneda única europea ha conseguido oscurecer completamente otra negociación en marcha, quizás todavía más importante: la Conferencia Intergubernamental, que debe reunirse los próximos 25 y 26 de mayo, y que tiene como objetivo revisar el Tratado de Maastricht para establecer las bases de una futura ampliación a países del este.Las noticias sobre el desarrollo de los trabajos de esa conferencia indican que existe una paralización y que, obsesionados por el euro, los dirigentes europeos son incapaces de encontrar fórmulas que desbloqueen la situación desde un punto de vista político. El único que parece auténticamente preocupado es, como siempre, Helmut Kolh, pero el canciller alemán está en esta ocasión sólo. Los holandeses, que presiden la Unión durante este semestre, y que como todos los países pequeños de la UE han tenido siempre vocación europeísta, dan la impresión de haber arrojado la toalla y resignarse a que la próxima reunión finalice sin acuerdos importantes.

Así las cosas, el principal apoyo de Kolh en esta ocasión es, dentro de Alemania, el ex canciller socialdemócrata Helmut Schmidt, que controla a los jóvenes leones de su partido, y, dentro de la Unión, el primer ministro luxemburgués, Jean-Claude Juncker. Las grandes virtudes de este joven político demócratacristiano no compensan, sin embargo, el escaso peso de su pequeño país.

En su inquietud, Kolh ha intentado, incluso, recurrir a las ideas de dos políticos, Felipe González y Jacques Delors, que siempre acompañaron sus esfuerzos en pro de la UE, pero que hoy día no tienen funciones ejecutivas en sus respectivos países.

La Conferencia Intergubernamental debe revisar los tres pilares en que está sentada la Unión Europea y prepararla para la ampliación a un número elevado de países. En principio, lo más probable es que las puertas se abran sólo para Polonia, Hungría y Chequia, y eso, con prolongados periodos transitorios para la agricultura y las políticas estructurales. Pero en cualquier caso se tratará de un primer paso y resulta evidente que la UE, que nació con 12 países, no puede funcionar igual con 18 o, en un futuro, con seis o siete más.

Lo más urgente es modificar el sistema de voto, de forma que desaparezca o se reduzca a la mínima expresión el derecho de veto e impere el voto ponderado, pero esa es una decisión extraordinariamente complicada y difícil. Más todavía si algunos países llegan a la Conferencia Intergubernamental con la impresión de que pueden ser relegados en la moneda única y con los mercados financieros revueltos.

Por otra parte, están los dos pilares llamados intergubernamentales: los encargados de Política Exterior y Seguridad Común y de Justicia y Asuntos de Interior. El primero de ellos está completamente en el limbo. La ampliación de la OTAN consume todos los esfuerzos internacionales y nadie parece capaz de poner en marcha la Política Exterior y de Seguridad Común. El segundo, en el que Kolh tiene especial interés, tampoco parece haber avanzado.

De todo esto se tiene que tratar en la Conferencia Intergubernamental y en las cumbres europeas próximas. En el mejor de los casos, los expertos apuestan por una reunión informal en mayo (tipo la que convocó González en Formentor el 22 y 23 de septiembre de 1995, cuando parecía también que se empantanaba el calendario comunitario), y una cumbre extraordinaria el próximo mes de julio, ya bajo la presidencia europea de Luxemburgo y de Juncker, en la que se pueda dar luz verde a la mini-ampliación y se establezcan algunos acuerdos.

Y a todo esto, ¿sabe alguien qué piensa el Gobierno de España de estos temas?

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