_
_
_
_
_

"Las memorias mienten, los versos no"

José Agustín Goytisolo está exultante por tres motivos: le han fichado como asesor en la Institució de les Lletres Catalanes, el martes fue la estrella de un acto en Castellón contra la venta de armas y acaba de sacar el volumen 19 de su obra poética. En Las horas quemadas (Lumen), el poeta barcelonés traza un recorrido autobiográfico de una descarnada, y a menudo doliente, sinceridad. "Mis poemas son imágenes, porque es lo que retiene la memoria. Por eso no podría escribir unas memorias: tendría que mentir, y no sé hacerlo".El libro se divide en cuatro capítulos, correspondientes a otras tantas etapas vitales. La infancia y los tiempos de universitario en Madrid -"terminé allí la carrera de Derecho porque la Universidad de Barcelona me represalió por atentar contra el busto de Franco", aclara- son épocas de iniciación, pero en el tercero, episodios de depresión y represalias políticas trazan un retrato mucho más amargo. "A partir de los 30 caí en un profundo estado depresivo por culpa de la lucha antifranquista, los amigos muertos por el camino, la represión... Pensaba constantemente en el suicidio, probé muchos tratamientos y me atiborraron de pastillas, por lo que terminé convirtiéndome en un bipolar, es decir, saltaba de la euforia a la pesadumbre continuamente. Bebía mucho y me gastaba lo que tenía y lo que no. ¡Cuánto dinero llegué a pedirle a Paco Ibáñez!".

El poema Setenta y dos horas transmite la angustia del detenido ante los interrogadores-torturadores. "Fui a parar varias veces a los calabozos, y se trataba de resistir esos tres días sin abrir la boca. Pero es que me metí tanto en la lucha contra el régimen que hacía de todo: en las manifestaciones, en los actos subversivos... siempre iba más allá que nadie. Llevé mensajes aquí y allá de la frontera. Y llegué a boicotear, al principio de la televisión, un repetidor que instalaron en un monte".

Algo debió de suceder en aquellos años para que la furia de este izquierdista irredento se calmase. ¿Tal vez el fin de la dictadura? "No sólo eso. También el litio, un medicamento eficaz que en los setenta iba a buscar a Perpiñán y al que le he dedicado un poema". Sea como sea, el cuarto capítulo, El rostro que conjura, está dedicado íntegramente a su esposa. Goytisolo dice de él: "Es un homenaje a la única mujer que he amado desde que nos casamos". Pero su militancia progresista no ha decaído. Ahora se dedica a recopilar información y a denunciar la venta de armamento español a países en guerra, "un negocio más lucrativo que el tráfico de cocaína".

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_