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Europa, doble rehén

Xavier Vidal-Folch

La práctica dé filibusterismo que más ostrucción provoca en la Unión Europea es la toma de rehenes. El mecanismo se activa cuando un país, considerando que una decisión atenta contra sus intereses nacionales, anuncia que bloqueará un proyecto prioritario de la Unión en el que todos los socios tienen depositadas sus complacencias. Toma ese objetivo como rehén, a la espera de un rescate política o económicamente remunerador.En los años ochenta, Grecia amenazo con vetar la ampliación española si no se le daban los Programas Integrados Mediterráneos; Francia la obstruyó hasta la reforma de la Política Agrícola Común; el Reino Unido la imitó en su pugna por el cheque británico. Más tarde, España bloqueó la ampliación nórdica hasta obtener de Noruega una buena cuota de pescado. En 1996, Londres secuestró seis meses toda la actividad comunitaria reivindicando la libre exportación de sus vacas locas. Y España ha insinuado alguna vez que abortará la reforma de Maastricht si ésta no suprime el derecho de asilo.

En unos casos la operación acabó con bien para sus protagonistas. En otros fue el desastre. Pero en todos ha frenado la construcción comunitaria. Guste o no, es ley de vida. Porque mientras se requiera la unanimidad, habrá campo para el chantaje, pese a que el artículo 5 del Tratado obligue a todos a abstenerse "de todas las medidas que puedan poner en peligro la realización" de sus fines. Como la ampliación de Europa es siempre un asunto constitucional y requiere de la unanimidad, la acechará in aeternum el peligro de la toma de rehenes.

Esta debilidad no es un estigma particular de los Quince. La sufren también la OTAN y el Consejo de Seguridad de la ONU. O la Organización Mundial del Comercio, sometida ahora al pulso de su no reconocimiento por EE UU dado el disgusto que le ha causado al formar un tribunal arbitral para enjuiciar la legalidad comercial de su ley Helims-Burton.

Lo nuevo de esta coyuntura política es que asistimos a una toma de rehenes cruzada en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica. Turquía ha chantajeado a sus socios atlánticos indicándoles que bloqueará la ampliación de la OTAN al Este, la verdadera pasión norteamericana, si no facilitan su mayor acercamiento o integración en la UE. Washington ha respondido urgiendo, a los europeos. a que sean generosos con Ankara.

Para vestir su docilidad, los Quince han esparcido su vieja batería de razones de realpolitik: hay que contar con el gigante regional del Mediterráneo oriental; los litigios con Atenas lo enajenan de nuestra influencia; Turquía es el verdadero tapón frente al fundamentalismo islamista; hay que pagarle la factura por los servicios prestados en la Guerra del Golfo... Todo ello pretende justificar que las futuras negociaciones de adhesión de Chipre al club europeo deban incorporar a la minoría turcochipriota, instalada en la isla desde calendas graecas, pero consolidada a punta de bayoneta desde la invasión de 1974.

El virus realista contradice el pacto de 1995 según el cual las negociaciones se emprenderán sólo con el único Gobierno legal y reconocido por la ONU, el del, por otra parte, bastante torpe grecochipriota Glafcos Clerides. Eleva las convenientes conversaciones con los dirigentes del ilegal Gobierno turcochipriota de Rauf Denktash a requisito para la negociación. Consagra el insólito principio de la negociación con comunidades y no con Estados. Amenaza con eternizar la división de una isla, cuya capital, Nicosia, exhibe el último muro de Berlín. Y olvida, en fin, los pecados turcos en derechos humanos, la persecución a sangre y fuego del pueblo kurdo, y la constatación de que las aproximaciones (unión aduanera) no han impedido el acceso del islamismo radical al Gobierno de Ankara.

Como bola de nieve, a la toma de rehén por. Turquía de la ampliación de la OTAN, le ha seguido el anuncio de secuestro de la ampliación al Este de la UE por Grecia. El resultado práctico es que -dimitida ya Malta dé su candidatura a la UE- la, integración de Chipre se hace más difícil. Y con ello, el componente sureño de la próxima ampliación se desvanece. Ni un sólo país mediterráneo de la UE, tampoco España, levanta su voz. Será que todos se contagiaron de pragmatismo.

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