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En el akelarre

Antonio Elorza

¿Qué opinar cuando se mezclan el complejo de persecución del PNV y la televisión digital, las escenas de un colorista akelarre de "gentiles" vascos perseguidos por la Inquisición española con la protesta contra los intentos de alterar desde fuera los postulados ideológicos que defiende un partido centenario? Pero el aparente caos no lo es tanto. El camarote de los hermanos Marx descrito en el reciente artículo del diputado González de Txábarri, publicado el 19 de febrero, y a pesar de su profesión de fe antinquisitorial dirigida al grupo PRISA, tiene una intención muy precisa y de clara raigambre predemocrática: solicitar una censura preventiva frente a las opiniones vertidas en este diario sobre Euskadi. No discute los contenidos de los artículos de opinión, sino el hecho de que el periódico los publique. No apunta contra los editoriales, sino contra el editorialista. Y para que la olla podrida cobre sabor, acude a una campaña supuestamente montada contra el PNV por este diario a instancias de PRISA. Cuando le bastaría examinar uno a uno los. artículos aparecidos desde que surgió la polémica sobre la digital, para comprobar que, salvo una reflexión original pero muy en su línea de pensamiento de Santos Juliá, ningún artículo sobre nacionalismo vasco: se apartó de lo anteriormente escrito.En cuanto a la pretensión aquí expuesta de que el PNV ponga a sus supuestos ideológicos en hora para que encajen con su política efectivamente democrática, no tiene nada de obsesiva ni de gratuita. Y de hecho surge de un reconocimiento cordial del papel que le toca jugar en la construcción nacional vasca. Es cierto que un estudio sociológico recién publicado por el Gobierno vasco, usando como veremos un vocabulario científico muy depurado, nos dice que los "patriotas revolucionarios" (sic) del sistema ETA (perdón, MNLV) se autositúan en un plano democrático (sic) y revolucionario, lejos del sabinianismo que les atribuye erróneamente el "izquierdista Elorza" (más sic). Pero, al margen de que una cosa es lo qué uno cree ser y otra lo que es, resulta fácil de probar que nuestro nacionalismo radical hunde sus raíces en el racismo, traducido hoy en discriminación, en el antiespañolismo visceral, en el llamamiento obsesivo a la violencia y en unos objetivos políticos irrealizables, que fijó Sabino Arana. A diferencia de lo que piensa el diputado, no es dislate alguno revisar esos postulados ideológicos, conservando en cambio el núcleo, la definición de Euskadi como patria de los vascos. Todos los partidos con más de medio siglo a la espalda han efectuado tales revisiones, incluso los comunistas. Y el coste político de no abordarlas puede, apreciarse simplemente examinando lo qué supone mantener la meta de una Euskalherría reunificada, el viejo zazpiak bat. Para evitar el carácter monotemático que aprecia Txábarri, cabe hacerlo en un marco plural, añadiendo otras cuestiones que hoy están sobre el tablero en el vocabulario peneuvista.

Zazpiak bat, siete en uno. Fue la designación clásica del objetivo unitario del nacionalismo vasco, agrupando en una sola entidad estatal a las tres provincias vascongadas, a la Navarra hoy española y a los territorios de Lapurdi, Baja Navarra Zuberoa, encuadrados en el Estado francés. Los siete territorios se convierten en seis si se funde con Navarra la merindad hoy francesa de Ultrapuertos, Baja Navarra. La expresión zazpiak bat ha caído en desuso como tal, pero la idea sigue siendo central en el planteamiento nacionalista, tanto de HB como del PNV o de EA. Así se encuentra recogida en el juramento que, Xabier Arzalluz propone a los miembros del PNV en el centenario de su fundación: "Los vascos de los seis territorios constituimos un mismo pueblo unido por un origen y por su voluntad' dueño de sí miísmo, sin que reconozcamos ni acatemos otra soberanía".

El problema aquí no reside en afirmar la identidad vasca de origen, común a los seis o a los siete territorios, ni la voluntad política de fomentar la colaboración o el acercamiento entre ellos, lo cuál sería perfectamente compatible con un nacionalismo racional,: sino en colocar por encima de todo una visiów esencialista del "pueblo" vasco, un nosotros inexistente. La declaración de "unidad en la voluntad" supone prescindir de la historia, de secular separación entre ellos, y de la democracia, pues los comportamientos electorales dicen a las claras, por ejemplo, que la gran mayoría de los navarros no se consideran incluidos en esa unidad, por no hablar de los vascofranceses, que desacatan la soberanía francesa votando francés Casi al cien por cien. Es, pues, una construcción política efectuada en el plano de lo imaginario, pero que se declara imperativamente superior a la realidad e ignora como dato la práctica de la democracia. Y si pensamos que ese punto de partida irracional inspira los enfoques pedagógicos, los aberri eguna, las imágenes transmitidas por los medios de comunicación, hasta la información meteorológica, no cabe extrañarse de que prolifere, siquiera minoritariamente, una mentalidad sólidamente asentada en el mito y no en la razón. Porque para lograr esa Euskal Herria unificada e independiente, los caminos de la paz y de las urnas, evidentemente, no sirven.

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Negociación. Llámese así, o diálogo, constituye una mediación imprescindible para la pacificación de Euskadi. ETA no es algo comparable a las Brigadas Rojas o a una organización mafiosa, aunque pueda emplear métodos de las primeras o de la segunda. Cuenta con un sólido apoyo social, y aunque la efectividad de los comandos fuera reducida al mínimo, habría que sentar las bases de una nueva convivencia vasca en que tienda a desaparecer la frustración respecto del pasado. Lo que ocurre es que ni los objetivos de ETA ni la propia situación política vasca ofrecen excesivos márgenes para negociar, ya que en las comunidades de Euskadi. y Navarra, por ejemplo, no funciona una ocupación militar española, como fuera la de Inglaterra en el Ulster, sino unas instituciones democráticas cuya legitimidad nunca puede ser ignorada, por ejemplo, para fundir Navarra en Euskadi o para establecer acuerdos políticos por encima del Gobierno y del Parlamento vasco. Y sorprende que Arzálluz y Ardanza propongan una negociación bilateral que supone aceptar la pretensión de ETA como, único portavoz vasco, deslegitimando de paso las instituciones autonómicas que ellos presiden. Con vistas a una reconciliación, el tema de los presos sí es capital, pero dudosamente será suficiente para que ETA acepte poner fin a su estrategia de muerte.

Autodeterminación. Caballo de batalla en todo debate reciente, con significados no siempre claros. A pesar de que su contenido apenas ofrece dudas, si nos atenemos a los principios de las Naciones Unidas: derecho de los pueblos a disponer de sí mismos. Si no me engaña la memoria, su aparición en la historia tuvo lugar en el curso de la Revolución Francesa para justificar la adhesión de Alsacia a la República. Es uná consecuencia lógica de la concepción rousseauniana de la democracia, y en este sentido, nada se opone a su aplicación al caso vasco. Ocurre, sin embargo, que desde este ángulo no se entienden bien recientes polémicas, ya que la cuestión fue abordada y resuelta por el Parlamento de Euskadi declarando asumir su eventual ejercicio. El reconocimiento por textos constitucionales del Estado que la va a sufrir como secesión no ha sido muy eficaz: la Constitución yugoslava de 1974 no impidió que la ruptura llegase acompañada de una sangrienta guerra civil.

Porque la autodeterminación tiene sólo sentido si existen datos suficientes para estimar que la mayoría de una población desea aquí y ahora su independencia, lo cual no parece ser el caso vasco. Exigirlo desde una minoría clara y mediante la acción terrorista tiene el objeto, nada democrático, bien de desestabilizar unas instituciones que funcionan con regularidad bien de forzar una separación en contra de los deseos de la mayoría. Ninguna. de estas dos vías parece aceptable, como no lo son los referendos en cascada de Quebec, con planteamientos, además, dirigidos a confundir al electorado. Quizá un día los vascos, o los vascos y los navarros unidos, deseen plantear su independencia. Nada hace suponer que éste sea hoy su sentimiento mayoritario, y eso es lo que hace inexcusable, para ETA seguir con la, presión de la violencia. En consecuencia, tampoco sirve a la paz la agitación de la, consigna de autodeterminación como si ésta fuera un fin en si misma. La autodeterminación se inscribe en el marco de la democracia, y sólo siguiendo su cauce puede ejercerse, para comprobar la voluntad mayoritaria de una colectividad, no para contrariarla imponiendo desde la violencia un proyecto esencialista.

Antonio Elorza es catedrático de Pensamiento Político de la Universidad Complutense de Madrid.

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