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Tribuna:HACIA LA MONEDA ÚNICA
Tribuna
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El euro y la política económica de la UE

Por lo general, el debate en curso tiende a ver la consecución de la moneda única europea como un fin en sí mismo, y tan sólo en ocasiones se alude a los efectos que se pretenden de manera genérica. También se debate ampliamente sobre el cumplimiento de los criterios de convergencia nominal para poder acceder a la misma, pero menos sobre su mantenimiento una vez dentro del club. Mucho más escasas son las alusiones a los aspectos de política económica implícitos en la unión monetaria. Defenderé la tesis de que la unión monetaria ha de verse como la única manera de crear una instancia comunitaria con capacidad plena para llevar a cabo la política económica de la Unión Europea. Es muy revela dor el que, en la actualidad, la mayor parte de los países comunitarios actúan con sus políticas morietarias y fiscales como si fuesen delegaciones nacionales de una autoridad supranacional a la que obedecen ciegamente. Todos mantienen un discurso parecido con vistas al cumplimiento de los criterios de convergencia, imponen sacrificios similares a sus ciudadanos, vigilan estrechamente lo que hacen sus vecinos...

Es muy difícil imaginar que cualquier otra alternativa, después del lanzamiento del mercado interior, hubiese desembocado en un compromiso irreversible para dotar a la UE del poder de formular la política económica. Ni referendos nacionales, ni procesos constituyentes, ni acuerdos entre los Estados, miembros habrían logrado cimentar o, hacer viable tal compromiso, mucho menos en un plazo breve.

La magia de la unión monetaria consiste en que tiene muchos argumentos a su favor, de los que surgen los adeptos, y lleva forzosamente a la política económica única, tanto monetaria como fiscal. El objetivo fundamental de la unión monetaria ha de ser facilitar la emergencia de una. sólida instancia comunitaria que formule la política económica de la Unión y supervise su ejecución.Antes, pues, que preguntarse sobre la necesidad de la moneda, única, habría que preguntarse sobre la necesidad de una política económica única. Si la respuesta a la segunda cuestión fuese positiva se cerrarían muchos de los interrogantes que todavía rodean a la unión . monetaria. Los países comunitarios se enfrentan desde hace dos décadas al cambiante entorno económico internacional con grandes dificultades. Si el mercado único constituye una respuesta adecuada a la globalización de los mercados de bienes y servicios, por la mayor eficiencia que exige a las empresas comunitarias en su propio ámbito, la globalización de los mercados financieros, al limitar fuertemente la eficacia y la independencia de las políticas económicas domésticas, requiere también una respuesta que sólo puede venir por la vía de una política económica genuinamebte comunitaria. La política económica ha de resultar eficaz dentro del ámbito en el que se define y no en el resto del mundo. Sucede, sin embargo, que en una economía internacional financieramente integrada las políticas domésticas son ineficaces o muy difíciles de conducir, y solamente una sintonía perfecta entre todas ellas las haría eficaces individualmente y para el conjunto. Una política económica comunitaria es necesaria a fin de permitir a la UE alcanzar sus propios objetivos de estabilidad macroeconómica y crecimiento, cosa que las políticas domésticas cada vez logran en menor medida. Otra cuestión, y otro debate, es si la política económica comunitaria ha de ser expansiva o restrictiva, ha de buscar ante todo la estabilidad de precios o perseguir a cualquier precio el crecimiento. Pero sí se puede decir que si ahora mismo hubiese en la UE una política económica única estaría diseñada para lograr la estabilidad de precios, controlar el déficit público y sanear y restaurar las bases de competitividad de la economía comunitaria. En otras palabras, sería una política económica restrictiva, muy restrictiva. Esto es, desde luego, lo que representan los criterios de convergencia: nominal para la unión monetaria. Estos criterios podrían, en teoría, haber sido mucho más laxos. Por ejemplo, déficit del 6% del PIB, tasas de inflación del 8% al año, etcétera. En estas circunstancias, estando todos los países de acuerdo en cumplir esos objetivos, puede crearse una moneda única, pero lo que no se puede hacer es competir ni prosperar en la economía global.

Por las razones anteriores, los criterios de convergencia son tan exigentes, aunque no habrían salido adelante sin la exigencia, a su vez, de países como Alemania, cuyos responsables ven con toda claridad la naturaleza del reto tanto nacional como comunitario al que se enfrentan y sufren las fuertes limitaciones de la acción individual.

Una vez saneada la economía de la UE y garantizada su estabilidad macroeconómica, sus autoridades económicas podrán aprovechar cualquier oportunidad para estimular el crecimiento. En clualquier caso, la política. económica única será mucho más eficaz que la amalgama dé las políticas domésticas de los Estados miembros. No hay que olvidar que Europa está tratando, desde los primeros choques energéticos, a principios de los años setenta, de encontrar su nuevo lugar en la economía mundial. Sólo desde esta perspectiva se entienden iniciativas como el mercado interior y la moneda única. Tampoco la política económica, cuya emergencia se atribuye en este artículo a la unión monetaria, es un fin en sí mismo. Tan sólo es un medio, entre muchos otros, para que los ciudadanos de la UE puedan vivir mejor.José A. Herce es profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid y director de la Fundación, de Estudios de Economía Aplicada.

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