Intención y picardía

Para empezar, unos boleros antológicos: La gloria eres tú, de José Antonio Méndez, y Dos gardenias, que aquí popularizó Machín, pero que compuso su queridísima profesora de canto Isolina Carrillo. Uno prefiere esos boleros que conmueven cuando se cantan con traicionera suavidad, pero Lucrecia tiende a desbordarse; de hecho los suele resolver en bailables montunos o chachachás, como hizo con Sabor a mi. Da la impresión de tener demasiada voz y excesivo ímpetu para ceñirse al espíritu intimista del género.Tras su temporada en el Café Central, Lucrecia Pérez Sáez volvía a Madrid, y llenó la Caracol. Poder de convocatoria no le falta a la joven cubana que llegó hace años con la orquesta de mujeres Anacaona, y se quedó en Barcelona. Allí la conocen ya desde la tendera de ultramarinos hasta los productores de televisión y los asiduos a locales de moda.

El último tramo del concierto fue el más agradecido. Con el tipo de repertorio que mejor le pega a esta cantante habanera, sobresaliente en intención y picardía. Cantó estupendamente La noche de la iguana, obra de Juan Pablo Silvestre, una de las personas que más trabajó en los medios radiofónicos de este país durante los años ochenta para que la música latina saliera del gueto. Ella y los músicos se dejaron llevar por la sabrosura en los siguientes números. Decididamente lo suyo es guarachar y rumbear. Y para el mes de abril anuncia una gira en compañía de figuras de la talla de Paquito d'Rivera y Cachao. Si Celia Cruz grita "¡azúcar!", su grito es "¡agua!". Al final, el público le, cantaba "llévame contigo pa' La Habana".