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"La música es un sentir que detesta las fronteras" dice Mayte Martín

La cantaora es candidata a los premios de la SGAE como autora

Diego A. Manrique

Hija de malagueño y catalana, nacida en el Poble Sec hace 31 años, Mayte Martín triunfaba en los concursos de la canción cuando era una cría. Hasta que en 1987 se llevó la codiciada Lámpara Minera en el festival de La Unión. Sin embargo, no quiso ser lanzada como joven flamenca: su arte es personal y no diluible. Además de reflexiva cantaora larga, compone con fortuna: acaba de ser propuesta para los nuevos premios de la música convoca dos por la SGAE en la categoría de mejor autor flamenco, Miguel Poveda cantó su Navega sola en la película La teta y la luna y que Ornella Vanoni ha traducido su SOS.

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Mayte Martín no teme actuar con orquestas sinfónicas, interpretando El amor brujo, o al lado de Tete Montoliu, siempre que haya coherencia en el proyecto. "También he cantado en catalán con Marina, Rosell, pero quiero evitar el caer en la patillada. Admiro inmensamente a Albert Pla, pero cuando me llamó para grabar tuve que decirle que yo no me veía en su historia".Como ocurre con muchos artistas perifiéricos, Mayte Martín no disfruta viajando a Madrid. Así que, cuando aparece por la capital, su programa está tan saturado que ella termina agobiada y nada predispuesta a gozar de los (posibles) encantos del foro. Pero ahora, en un restaurante, se relaja y riega con un chorrito de vino su plato de sopa manchega. "Era algo que se hacía en mi familia y que me encanta, aunque el alcohol me congestiona, ya lo estoy notando".

Ella crea y rompe sus propias reglas. Por ejemplo, reniega de las relaciones públicas. "¡Es que yo no creo que el flamenco comporte un estilo de vida determinado! No entiendo que haya que ir a ciertos bares y pasar la noche entre guitarristas y cabales". Ella, barcelonesa de 1965, no en caja en esos ambientes. "Suena terrible, pero la verdad es que en el flamenco abundan algunas actitudes detestables. Una especie de racismo a la inversa: si eres mujer, paya y catalana, no te toman en serio. O tal vez sean manías mías. Aparte de los recitales de Miguel Poveda, no voy mucho a los locales flamencos de Barcelona". ,También conviene saber que Mayte tiene una carrera profesional única, que administra con extremada precaución:, aunque debutó discográficamente en 1983, como, invitada de la Companyia Elèctrica Dharma, sólo ha editado dos trabajos bajo su nombre: el flamenco Muy frágil (1994) y el deliciosamente insólito Free boleros (1996), a medias con un inspirado Tete Montoliu, que sorprende por la ausencia de previsibles rasgos de cantaora."Es que yo no siento flamenco cuando oigo el piano de Tete", explica. Se conocieron en 1990 y han recorrido juntos toda Europa, normalmente en estrecha camaradería. "Ha habido actuaciones tensas, pero Tete me toma en cuenta como artista y como persona. También se sufren rachas malas; hay que tener en cuenta que me dobla en edad, que tiene mucha vida y es muy suyo. No es el dragón que algunos creen ver. Lo que nos une simplemente es un amor loco por el bolero, que interpretamos a nuestra manera".

Ajena a, las polémicas entre puristas y renovadores del flamenco, Mayte no sabe- nada del manifiesto de Sevilla, pero sí tiene las ideas claras. "Ni ortodoxia ni fusión son, en sí mismos, términos positivos. Los ortodoxos abominan de los experimentos, ya que no saben cómo juzgarlos; para algunos, se trata de quedar se con lo establecido para huir de los riesgos. Respecto a las fusiones me parece que muchas veces no hay un verdadero diálogo, un intercambio de ideas: se juntan músicos de diferentes culturas por si suena la flauta, sin que haya un conocimiento previo de lo que hace el equipo visitante".

Sú escepticismo es aún mayor al referirse al supuesto boom del flamenco. "La gente que ha oído a Ketama y Pata Negra no pasa a escuchar, digamos, a la Niña de los Peines. Muchos de los actuales seguidores de Camarón ni se atreven con sus discos más puros". Camarón ha dejado una herencia equívoca, asegura. "El pobre, en su última época, se levantaba de la silla cuando no podía rematar un cante; ahora ves a chavalitos haciendo lo mismo con un golpe de efecto".

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