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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Vacuna de la ansiedad

UN MÉDICO especialista en enfermedades infecciosas explicaba ayer que los doctores están recetando estos días más vacunas para combatir la ansiedad de los padres que para prevenir la meningitis. Las autoridades sanitarias ya deberían haberse preguntado qué es lo que está fallando en España para que miles de ciudadanos desconfíen de sus llamadas a la calma y estén dispuestos, contra viento y marea, a sufrir interminables colas para conseguir la vacuna contra la meningitis C, a pesar de sus recomendaciones en contra. A veces no es fácil ofrecer información completa y fidedigna sobre cuestiones sanitarias, pero hay que intentarlo con profesionalidad. No es de recibo que los Políticos se enzarcen habitualmente en cuestiones de alta política sanitaria y se muestren incapaces ahora de dar respuestas a la ansiedad paterna.El discurso de los expertos y los políticos sobre la vacuna contra la meningitis C es, hasta ahora, que su administración masiva no está recomendada, salvo que haya epidemia y, a renglón seguido, explican cuál es la proporción de casos que deben detectarse sobre la población total para considerar la existencia técnica de dicha epidemia. Es una explicación correcta que sólo viene a justificar la actitud de los servicios sanitarios frente a los tradicionales brotes de esta enfermedad, pero que en absoluto clarifica las ideas de unos padres amedrentados que seguirán preguntándose por qué deben renunciar a un antídoto -la vacuna- que previene eficazmente un riesgo tan amenazante para la vida y el bienestar de sus hijos.

Algunos médicos, presionados por estos amedrentados padres, están recetando la vacuna a sabiendas de que el paciente no vive en el entorno de ningún otro caso de meningitis, a sabiendas de que el niño o adolescente vacunado no sufre ningún trastorno en el sistema inmune, pero con la convicción de que al menos conseguirá que unos padres vuelvan a conciliar el sueño. Es curioso que la mayoría de las voces autorizadas exhiba sus conocimientos sobre infecciones meningocócicas y principios epidemiológicos y no explique, sin embargo, todo lo relativo a la vacuna, que en esta circunstancia parece ser el meollo del asunto, ya que, no habiendo epidemia, ni un significativo aumento de casos respecto a años anteriores, es la desesperada búsqueda de la inyección lo que está colapsando urgencias infantiles y centros de administración de dosis.

Hay que explicar al ciudadano por qué no es recomendable someter a sus hijos a una vacuna innecesaria. Hay que hacer comprender cuál es exactamente el grado de eficacia del antídoto existente y por qué el remedio de ahora puede dejar al niño sin defensas en el futuro, cuando esté expuesto a un peligro auténtico. Si es así. Con datos reales y un poco de sentido común, quizá el ciudadano llegue a entender mejor esos mensajes, que, por incompletos y contradictorios, no hacen más que acrecentar la alarma general y, de paso, la desconfianza en los gestores públicos. Éstos a fuerza de considerar al ciudadano de a pie un completo ignorante, piden a éste que permanezca en la ignorancia y siga ciegamente sus consejos. La sociedad española merece mayor respeto. En la actitud de ciertos especialistas y políticos demostrada estos días subyace un profundo desprecio por la inteligencia ajena. Hay estudios muy rigurosos sobre la eficacia de la vacuna de la meningitis C y hay opiniones distintas sobre si ésta disminuye con el tiempo y en qué medida. Precisamente porque hay una aceptable certeza de su utilidad sólo a corto plazo, ningún país europeo ha introducido este antídoto en sus calendarios oficiales de vacunación. Estos y otros datos -ninguno de ellos aportados masivamente a la opinión pública estos días- son el único remedio eficaz hoy por hoy para combatir la angustia generada.

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