_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Ocio y arqueología

Los constructores sienten terror ante los arqueólogos, que aparecen en sus peores pesadillas como tipos de aire inofensivo que un día se acercan a una obra, recogen al desgaire unos cascotes y luego declaran a traición que los pedruscos pertenecen a un asentamiento neolítico, romano o visigótico, lo que obliga a parar la edificación y a iniciar una batalla legal entre el progreso inmobiliario y la recuperación del pasado histórico.Aprovechando esta coyuntura, un amigo mío, al que llamaremos X por temor a posibles represalias, ha inventado el timo del arqueólogo. X, parado de larga duración y vago consuetudinario, concibió la treta cuando ejercía como trabajador pasivo a pie de una obra, observando las evoluciones de una cuadrilla de obreros y compartiendo la amena charla de un grupo de mirones, profesionales, jubilados ociosos, que comentaban las incidencias de la jornada, criticando severamente la colocación de los ladrillos o el trabajo de la pala excavadora. En un gesto automático, reflejo de fijaciones infantiles, X se agachó en un momento dado y se hizo con un guijarro del suelo que a, lo mejor brillaba más que los otros. Al hacerlo se dio cuenta de que uno de los trabajadores, probablemente el capataz que estaba más descansado, apercibido de su gesto, clavaba en él una mirada de preocupación, incluso le pareció que iniciaba una maniobra de aproximación, como si fuese a decirle algo y luego se arrepintiera.

A X le pareció exagerado que el capataz fuera a pedirle responsabilidades por la sustracción del cascote y fue entonces cuando se le ocurrió la idea. Las obras se realizaban en una zona cuya excavación había generado cierta polémica por la posibilidad de que en el subsuelo aparecieran importantes restos arqueológicos. Qué ocurriría -pensó- si me acercase al capataz y le dijera que he encontrado, por ejemplo, una esquirla de la muralla árabe. X hizo la prueba y al cabo de unos minutos el responsable de las excavaciones le sobornó con 10.000 pesetas para que le entregara el guijarro recogido y no volviera a aparecer por allí.

Como marcan las leyes de la picaresca, el timador se aprovecha de la mala fe del timado, dispuesto a enterrar definitivamente un yacimiento neolítico por dos mil miserables duros. Pero a X se le está acabando el chollo porque arqueólogos y constructores están pactando un acuerdo por su cuenta. Hasta ahora, cuando un arqueólogo o un grupo de arqueólogos denunciaban en los periódicos que unas obras ponían en peligro restos arqueológicos, al constructor no le quedaba más remedio que contratar a otro grupo de expertos que dijera todo lo contrario. Un sistema caro y lento porque solía generar enconadas polémicas artísticas y legales, como se demostró hace poco en la plaza de Oriente.

Sin embargo, ante la proyectada construcción de un parque temático en San Martín de la Vega, en una zona declarada de interés arqueológico, los arqueólogos no han protestado, todo lo contrario: el vicepresidente de los arqueólogos, José Luis Martín, se declara en estas páginas "ilusionado" por las excavaciones. Es hora, recuerda, de demostrar que la arqueología no es un impedimento al desarrollo de los municipios. La solución pactada en este caso permitirá a los arqueólogos sacar a la luz restos neolíticos, medievales y sobre todo los vestigios de una famosa villa romana, restos que se integrarán entre las atracciones mecánicas del parque. "Es una oportunidad única", dice Martín, "poder integrar una villa romana, por ejemplo, en un parque Martín tiene razón, en todo caso podría encontrarse algo parecido en el casino, Caesar's Palace de Las Vegas, o dentro de unos meses, a lo mejor, en el aparcamiento de la plaza de Oriente, donde será posible impactar con el parachoques sobre un auténtico lienzo de la muralla. Pero sin duda, lo de San Martín de la Vega sera único. Permitirá recorrer el pasado histórico sin abandonar el tren de la bruja, los niños serán felices en el campamento neolítico, podrán jugar a la pelota sobre legítimos mosaicos romanos, conocerán los horrores de una auténtica mazmorra medieval y podrán pintarrajear impunemente sus muros como ya hacían sus antepasados.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_