¡Vivan las cadenas!
Cunde de nuevo la desesperación entre los liberales legítimos de hoy día, preferentemente enraizados en Teruel. Es el mismo sentimiento que embargó a sus antecesores cuando escuchaban en Madrid, durante el reinado de aquel felón de Fernando VII, los gritos de "¡Vivan las cadenas y la Inquisición!", proferidos con arrebatado entusiasmo por la plebe castiza, agitada mediante las malas artes del marqués de Cabra y demás secuaces, procedentes de lo más granado de la caverna nacional. Parece invadimos el vértigo de nuestra más negra historia. Se comprende, por tanto, la desolación de los nuevos adalides de las libertades, los mentores del presidente José María Aznar. Ellos, ilustrados, benéficos y mundiales han promovido las disposiciones salvadoras, en forma de reales decretos leyes, capaces de terminar con quienes se habían aposentado en el abuso y en los privilegios pero se sienten en precario. Margaritas a los cerdos.El propósito de nuestros nuevos héroes liberales era el de entregar todos esos bienes e inventos al libre disfrute del pueblo, cuya invocación ahora en labios de Cascos recupera el sabor de aquel "to pal pueblo", atribuido a Guerra cuando la expropiación de Rumasa. Así que el gabinete del absurdo fue convocado de urgencia para remontar la adversidad de los sondeos y superar el castigo de los electores al PP. Enseguida se convino que la solución era dar de beber al hambriento y entregar los nuevos descodificadores de rosca universal a los más desfavorecidos. En cuanto al fútbol, se averiguaron las ventajas de la gratuidad, con decreto ley al canto, frente a "la consagración subrepticia del monopolio que sometería los clubes y podría falsear el desarrollo de la competición deportiva, subordinándola a la avidez de lucro de unos pocos". Frente a esos pocos ávidos de lo peor, retratados por Abc, relumbra y emociona aún más el desinterés y el honrado patriotismo español exhibido por Televisa. Y vamos a ver quién pone en duda ahora que Televisa es una organización sin ánimo de lucro, de la que tantas lecciones nos quedan por aprender de la mano de Anson.
Pero la tarea de estos esforzados e indómitos liberales, luchadores en favor y al servicio de los intereses generales, recibe todavía una respuesta de incomprensión e ingratitud. En efecto, el lavado de cerebro deja en muchos una impronta tan fuerte que aún hay quienes reeditan los tiempos de Fernando VII y salen a la calle para gritar en favor de las cadenas -ahora digitales- como si quisieran emular la vergonzosa comitiva del marqués de Cabra. Otros muchos periodistas españoles, por lo que nos dicen ahora, consideran que esta guerra digital no es la suya. Y esa actitud hace brotar en las columnas más reputadas y ricas en abeceína la indignación dirigida contra quienes prefieren simular como si el régimen de propiedad, la libre competencia, la pluralidad informativa y hasta la libertad de expresión, les resultara indiferente con tal de tener el cocido seguro. Pretender en esta guerra de las galaxias digitales situarse en el limbo de los no beligerantes equivale a suscitar la inquina hostil sobre todo de los depositarios de las esencias liberales. Para el maestro turolense quienes se escaquean deben ser reputados como "fieles representantes de un país servil, atocinado, con querencia a la estabulación, se asustan ante un conflicto sin vencedor claro y parecen dispuestos a cobrar de cualquier parte". Triste sino el de los desafectos en momentos donde todo apoyo es requerido. Es inminente su desahucio a las tinieblas exteriores donde no se edita el BOE. Se achican cada vez más los espacios para la reflexión, juzgada como un ejercicio sospechoso, sobre todo, cuando el ambiente se estanca, prima la búsqueda de adhesiones inquebrantables y sólo se ofrece sal, vinagre y asiento a la lumbre a los palmeros entusiastas.
Pero los criterios de Maastricht no riman con esta inútil pérdida de energías. Los etarras del tiro en la nuca y el coche bomba se ven favorecidos por estas distracciones para mejorar el ángulo y siguen aplicando el provervio peneuvítico de que lo que mata además engorda la negociación. Una actividad muy recomendada en estos últimos tiempos por los obispos que sostenemos con cargo a los presupuestos del Estado. Además asombra la capacidad de resistencia de Eduardo Serra para aguantar que el periodista en quien el presidente Aznar tiene puestas todas sus complacencias le dibuje una y otra vez con los perfiles de un soplón indigno.
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