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La ONCE asistía desde 1970 a la mujer encerrada 40 años

La familia estudia presentar una denuncia

, La situación de Lola, la mujer que vivió alrededor de cuatro décadas en una pequeña construcción en la terraza de su casa en el barrio de Vioño (La Coruña) era conocida por diversas instituciones. Tenía una pensión de la ONCE debido a su ceguera, y una asistenta social de esta organización la trataba desde los años 70. La Orden Militar de San Juan de Jerusalén -organización humanitaria que asiste a unas 150 familias en La Coruña-, que denunció el caso, asegura sin embargo que no es ciega sino fotofóbica. La concejala de Asuntos Sociales, Marián Ferreiro, se entrevistó ayer con la familia para tratar de evitar que presenten una reclamación judicial por lo que consideran un secuestro.El juzgado será quien decida sobre el destino de Lola, que el pasado martes fue localizada en el reducto donde vivía por unos objetores que realizan su voluntariado en la Orden Militar de San Juan de Jerusalén. "Hace dos meses, la hermana de Lola nos pidió ayuda para atender a su madre hemipléjica, durante las visitas, los voluntarios escucharon una especie de gritos, hasta que abrieron una pequeña puerta junto al lavadero de la terraza, y de allí salió a rastras algo que ni era un animal ni una persona, es decir, era una persona pero salvaje", afirmó ayer Ariadna Barral, directora de Servicios Sociales de la orden militar.

El gran maestre de San Juan se encargó de envolverla en una manta y llevarla al hospital Juan Canalejo, donde la remitieron a la unidad de psiquiatría del Hospital Marítimo de Oza, en donde se han negado a facilitar parte médico alguno. Según Ariadna Barral, la mujer "no es ciega, sino que tiene los problemas derivados de un encierro tan largo. No sabe hablar, nadie la enseñó, y le echaban la comida entre las rejas de la puerta". La representante de la organización humanitaria dijo desconocer si Lola estaba bajo cuidados sociales.Sin embargo, para Isabel Martínez Lage, la asistenta social de la ONCE que la atendía hasta hace pocos días, Lola es ciega y muda a consecuencia de una meningitis infantil. "La madre decía que no conseguían hacerla salir de allí a pesar de que tenía en el piso una habitación con una cama para ella", asegura.

La asistenta social, aunque reconoce que la situación puede reflejar "algo de dejadez por parte de la familia" afirma que Lola no carecía de afectividad en su entorno. Marian Ferreiro concuerda en que la mujer "está bien alimentada y bien tratada, aunque no en la situación normal para que se desenvuelva una persona".

Precisamente para el día 17 de este mes estaba prevista una reunión de técnicos sociales para intentar buscar una solución. El secreto sobre el caso al que se habían comprometido todas las partes se vio desvelado por la indiscrección de un celador del hospital.

Vioño no es una barriada periférica. Es un pequeño núcleo semirrural de casas familiares y huertas atrapado entre un polígono industrial y una urbanización típica del desarrollismo de los sesenta. Los vecinos, que estaban al tanto de la situación de la familia, desmienten por una parte la difundida versión del "encierro", al afirmar que de vez en cuando veían a Lola en la terraza, y por otra parte, incrementan el morbo de los medios de comunicación haciendo declaraciones como que "la madre es bruja", "su padre era gaitero y carterista" e incluso persiguen a las cámaras para asegurar que "le daban de comer una lata de sardinas al día".

Mientras tanto, la hermana de Lola repite que "lo único que sabemos es que nos están destrozando. Ella debería estar con los suyos".

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