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Asuntos normales

Juan José Millás

Los dementes del crimen del rol planearon hacerse los locos en el caso de que fueran apresados. Quizá en algún momento de lucidez recordaron la máxima sobre la mujer del César, que además de ser honrada tenía que parecerlo. Los psicópatas viven en un mundo, el nuestro, que es el suyo, donde están obligados a llevar vidas de personas normales, así que no hay manera de que nos detectemos mutuamente. El loco principal de toda esta historia era un estudiante modelo. A la sociedad le tranquilizan mucho los buenos estudiantes. Cualquiera que sea capaz, suponemos, de permanecer horas sobre las páginas de una asignatura, rumiando cosas que no tienen nada que ver con la realidad, ha entrado en el sistema dejando de ser peligroso.Uno ha visto algunos libros de texto pensados para adolescentes y cree que entre esas materias (o su modo de transmitirlas) y la realidad no existe ningún vínculo posible. Hay que estar algo ido, pues, para sacar matrículas de honor todo el rato (piensen en la Thatcher, por poner un ejemplo no nacional de número uno de su promoción). Quizá, en fin, el alarmante grado de fracaso escolar que padecemos constituya un signo de salud mental por parte de los individuos, aunque un síntoma de enfermedad consuntiva para la sociedad productora de suspensos.

Así que muchos locos disimulan su enfermedad ejerciendo de buenos estudiantes, magníficos trabajadores, esforzados padres de familia. Se ajustan, en fin, al patrón de normalidad vigente y luego, cuando los cazan, no dan con la manera de demostrar su desvarío. Ahí tienen a los muchachos del juego del rol. O al "violador de Pirámides", Arlindo, un tipo homologado que llegaba a las ocho de la mañana en punto a su trabajo y ayudaba a los vecinos a colocar la goma del Butano sin cobrarles un duro. Obligado desde el colegio, para que las chicas no se rieran de él, a aparentar una normalidad extraña a sus intereses, consiguió violar a 40 mujeres en tres años. A ver cómo demuestra ahora que está loco con ese matrimonio tan normal y ese trabajo de instalador de gas, tan natural, y un coche de fabricación alemana para ir al campo con los niños los fines de semana. Si quiere que los jueces se den cuenta de su problema mental, tendrá que fingirse demente también, tal como habían previsto los asesinos de Carlos Moreno, tachados por algunos informes psicológicos de psicópatas que fingen estar locos. ¿Acaso es más saludable un loco que finge ser psicópata?

El "violador de Pirámides" fue detenido en la casa de sus suegros normales y parece que suspiró con alivio mientras le esposaban. "Ya era hora", dijo. Seguramente no le cabía en la cabeza que hubieran tardado tanto tiempo en darse cuenta de esta afición a violar, a la que dedicaba una jornada laboral completa de lunes a viernes. Una parte de él, en fin, deseaba que le cogieran, pero la otra continuaba ejerciendo de yerno, que constituye una de las formas de normalidad más aceptada, junto a la de estudiante modelo. Los psiquiatras, a la vista de este vulgar currículo dirán que se trata de un tipo corriente: un psicópata con una afición desmedida al sexo violento.-¿Pero cómo va a ser normal un violador masivo de esta naturaleza? ¿Acaso es compatible ser normal con merodear durante horas juntó al Vicente Calderón en busca de mujeres a las que agredir antes de cenar unas verduras rehogadas en casa de los suegros?

-Sí, señor, del mismo modo que se pueden compatibilizar 90 puñaladas con una nota media alta en COU.

-Pero es que además de las 90 puñaladas, le serraron la espina dorsal al cadáver y le arrancaron las cuerdas vocales.

-Eso era sin duda para aparentar que estaban locos, pero no son más que dos pobres psicópatas de tres al cuarto.

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Los informes de los forenses normales dejan siempre un poso inquietante en la conciencia. Javier Rosado, el cabecilla de las aventuras del rol, comprendió esta paradoja y en lugar de hacerse el loco se hizo el normal durante todo el juicio. Por eso daba tanto miedo. Ahora habrá que ver si las leyes funcionan con normalidad o se ven en la obligación de fingirse imparciales. No sabe uno qué es peor.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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