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Entrevista:JEAN-CLAUDE JUNCKER | Primer ministro de Luxemburgo

"Retrasar la entrada de España o Italia en el euro es un insulto a su esfuerzo"

Soledad Gallego-Díaz

, Helmut Kolh le llama afectuosamente Junior. Jacques Chirac alabó públicamente su labor de mediación en la cumbre de Dublín, cuando ayudó, discreta pero muy activamente, a que franceses y alemanes llegaran a un acuerdo sobre el Plan de Estabilidad. Jean-Claude Juncker tiene 42 años, es cristianodemócrata, hijo de un sindicalista del metal, con el que reconoce que sigue manteniendo continuas discusiones, fuma como un carretero y no se muerde la lengua. Es primer ministro y ministro de Finanzas de un país muy pequeño, Luxemburgo, pero su papel en la construcción de la Unión Europea comienza a ser uno de los más relevantes. Además, presidirá la Unión Europea en un momento clave: el segundo semestre de este año, cuando algunos quieren ya que esté más o menos claro qué países formarán parte de la primera etapa del euro. Para España, Jean-Claude Juncker es un claro aliado. En su austero despacho, en un sólido y pequeño palacete del siglo XVIII, en pleno centro de la ciudad, Juncker demuestra su irritación por la polémica sobre un eventual aplazamiento de la entrada de Italia, España y Portugal, levantada esta semana por el diario británico Financial Times, a iniciativa de expertos monetarios del norte de Europa."Es una polémica que está provocada exclusivamente por motivos de política interna", afirma, aludiendo de forma indirecta a los responsables del Bundesbank, empeñados en transmitir a los alemanes la impresión de que la moneda europea será tan fuerte como lo es hoy día el marco."Es una polémica que me indigna porque, primero, no existen los países del Sur. Cada uno tiene sus propias circunstancias. Italia, Portugal y España son países distintos, con problemas diferentes. Segundo, porque parece que se están planteando nada menos que motivos geográficos como una condición para entrar en la moneda única. Tercero, porque es absurdo pretender que el Tratado termine dividiendo a Europa en países del norte y del sur. Y cuarto, porque retrasar sin más explicación la entrada de esos países en el euro es un insulto para unos pueblos que están haciendo un enorme esfuerzo de adaptación, un sacrificio que nadie tiene derecho a tomar a beneficio de inventario".

Jean-Claude Juncker habla de carrerilla, casi sin tomar aliento, con una furia contenida: "Ya es hora de acabar con esto. En la Unión Europea no hay países grandes, medianos o pequeños. Hay países convencidos de la Unión Europea y países que no lo están. Eso es todo. Eso, y el respeto a todas las naciones, que debe ser integral si queremos que todo el proceso siga adelante".

El primer ministro luxemburgués resalta su preocupación por el dudoso camino que está tomando en las últimas semanas la discusión sobre los criterios de convergencia y sobre los países a los que se dejará en la puerta: "No puede haber dos categorías de países. Quien cumpla con las condiciones, entrará en la primera fase y quien, queriendo entrar, no las cumpla, será un país prein, con todo el interés en alcanzar los criterios de convergencia antes del 2002, [cuando los billetes y monedas estén realmente en circulación]".

Para Juncker la polémica sobre la pretendida decisión de los bancos centrales de los países del norte de retrasar la entrada de Italia, España y Portugal para lograr que el euro sea una moneda fuerte, es una trampa peligrosa.

"Si esta discusión sigue adelante, llegaremos a los debates sobre la Conferencia Intergubernamental [la que tiene que decidir el modo de funcionamiento de una nueva Unión Europea, ampliada a países del Este] con una pésima atmósfera". ¿Cómo conseguir que los quince países que son actualmente miembros acepten nuevas cesiones de soberanía, si tienen la justificada impresión de que esa Unión les considera de segunda clase?, se pregunta.

A él le tocará presidir el consejo de ministros de los Quince en esos de bates y espera que, para entonces, se hayan aclarado también las relaciones entre el Banco Central Europeo y los ministros de Economía y Finanzas europeos, otro motivo de enfrentamiento entre Alemania y Francia. Juncker (que es trilingüe y conoce perfectamente a alemanes y franceses) cree que el Tratado que se firmó en Maastricht es muy claro respecto a la independencia del Banco. "No se trata de crear un contrapeso, como temen los alemanes -explica-, pero sí de en contrar una fórmula, un sistema donde los gobiernos puedan ponerse de acuerdo sobre la marcha de la política económica de la Unión".

Juncker recuerda que el mismísimo Bundesbank está obligado según la ley a colaborar con la política económica de su gobierno, que el gobernador del Buba habla un día sí y otro también con el ministro alemán de Finanzas y que nadie pone en duda por eso la independencia de ese banco. "Hay que organizar mejor el debate económico dentro de la Unión", asegura, aunque rehúsa entrar en más detalles. Luxemburgo es acusado periódicamente de ser un paraíso fiscal, donde van a refugiarse millones de marcos alemanes. Jean Claude Juncker salta como un resorte en cuanto se le plantea el tema. "¿Armonización fiscal dentro de la Unión Europea?. Por supuesto, Luxemburgo nunca se ha negado a que se discuta ese tema, lo único que pide es que esa discusión se amplíe y no sólo se reduzca a la fiscalidad del ahorro. Discutamos de fiscalidad, sí. No nos oponemos a la armonización [de la que hablan alemanes y franceses], pero hagámoslo en serio, en todos sus capítulos".

¿No le inquieta la impresión que pueden tener los ciudadanos de que en las instituciones europeas sólo se habla de moneda y de fiscalidad, pero no del paro, que afecta ya a casi 19 millones de personas?. "Claro que me preocupa. El paro debe ser objeto de una lucha a nivel nacional, porque los costes no salariales no son un problema europeo. Pero no comprendo cómo no existe ya en Europa un mínimo de armonización social. Existe un mercado único y competencia libre y no es lógico que no haya también unas reglas mínimas, por ejemplo, para los despidos o sobre la creciente precariedad del empleo".

Juncker iniste en que todo el mundo sabe que una vez que exista el euro, la única posibilidad de ajuste cuando una economía nacional entre en crisis será el despido masivo y la bajada de los salarios nominales. "Por eso mismo, es increíble que no exista una mínima armonización social, más todavía cuando estamos hablando de ampliar la Unión a países del Este, con el riesgo de dumping social. Le he pedido a la Comisión que acelere los trabajos y estudios sobre este campo porque estoy convencido de que hay que conducir un diálogo en relación con estos temas con los países del Este que quieran adherirse al Tratado de Maastricht".

El primer ministro luxemburgués considera que al igual que existe un comité monetario, no hay ninguna razón por la que no pueda existir un comité europeo sobre el empleo. Quizás ese sea uno de los temas que promueva cuando esté al frente de la Unión, a partir del próximo mes de julio, aunque por el momento no quiere adelantar los proyectos de su presidencia.

Jean-Claude Juncker reconoce que no siente especial atracción por el modelo económico norteamericano: "Es un modelo que no sirve en Europa y, además, no comprendo cual puede ser su atractivo: muchos trabajadores norteamericanos tienen empleos tan precarios que cobran menos de lo que recibe un trabajador europeo simplemente en concepto de seguro de desempleo".La globalización de la economía le interesa mucho más tanto desde el punto de vista intelectual como pragmático, aunque también le preocupa la extraordinaria desproporción que empieza a haber entre la economía real, ligada a procesos productivos concretos, y la economía que algunos llaman ya "virtual", vinculada exclusivamente a procesos financieros.

Considera que la globalización que está experimentando la economía mundial tiene indudables aspectos positivos, desde el mismo momento en que está alcanzando a países que estaban fuera del sistema y que ahora se van integrando y mejorando el nivel de vida de sus ciudadanos. "Pero no cabe duda de que es un proceso muy poco manejable y que los gobiernos deberíamos estar más atentos, reaccionar más rápidamente a lo que está sucediendo. Tal vez el Fondo Monetario Internacional sería un foro de debate adecuado para estas cuestiones".

¿Qué opina de la última reunión de Davos, en la que los invitados norteamericanos fueron las estrellas y su modelo ampliamente admirado? Jean-Claude Juncker, que ha sido invitado varias veces, pero que no ha acudido hasta el momento, esboza una sonrisa: "Opino que felizmente en Davos no se toman las decisiones".

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