Zacharias o la magia de la razón
El segundo programa Schubert de Christian Zacharías incluía dos sonatas importantes: la Opus 42 (D. 845) en la menor y la última de la serie, en si bemol, (D. 960) que data del mismo año en cuyo invierno muere el compositor, esto es, 1828. Zacharías, con tan buen humor como inteligencia, sabe que tras obras corno éstas resulta casi imposible ofrecer propina alguna. Para que la no concesión no fuera tomada por desvío o exceso de rigidez, tocó dos lieder antes de comenzar el recital anunciado, con lo que la propina se tomó anticipo de las mil maravillas que íbamos a escuchar.La Sonata en la menor es como un rayo de luz y ni siquiera en el andante se ennegrece el mensaje schubertiano. En cambio, ante la Sonata en si bemol parece adivinarse la proximidad de la muerte.Primero Schubert nos da el milagro, luego nos lo explica con lucidez de entendimiento no difuminada por el hondísimo sentir. Tras el gran primer movimiento, que podría compararse por originalidad, amplitud y visión de futuro con el de la Sinfonía en do, Zacharías sostuvo con admirable tensión el lamento del andante. La melodía no cesa pero el prolongado canto parte de elementos estructurales tan breves como sencillos. Desde el scherzo y el final, Schubert parece decirnos: lejos o cerca del adiós definitivo, soy el de siempre.
Ciclo de Grandes Intérpretes
Christian Zacharías, pianista. Obras de Schubert. Auditorio Nacional de Música. Madrid, 5 de febrero.
Sucede que no son muchas las versiones excelentes de Schubert, quizá porque los grandes virtuosos encuentran más transitable la vía del resplandor que la de la iluminación. Schubert ilumina siempre y hasta tal punto que el mismo Liszt, capaz de convertir en exhibiciones de bravura los temas de las óperas belcantistas, se detiene ante Schubert para transcribir sus lieder con un respeto y una fidelidad que es también un acto de reconocimiento. De la misma manera se enfrenta con Schubert Christian Zacharías. Le escuché por primera vez cuando tenía sólo 25 años; este año cumplirá los 47 y tras el Schubert de estos días se advierte en qué medida tenía claro su destino y con cuánta sabiduría lo cumple cada día al pensar la música con tanta nobleza como concentración. El público del Auditorio respondió con mayor entusiasmo, si cabe, que el primer día al arte insólito de Zacharías.
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