Hurtos
Son las diez de la mañana del domingo y oigo gritos en la calle. Me asomo al balcón que da a la calle de Santa Catalina y veo el mismo espectáculo que ya he visto repetido innumerables veces: dos jóvenes corren debajo de mí con el bolso que acaban de robar a unos turistas, algo más lejos, en la carrera de San Jerónimo, y ellos vienen detrás de sus ladrones dando gritos.Sé lo que pasará a continuación: para despistar a sus posibles perseguidores (hay vecinos que, frustrados ante este espectáculo que permite la inoperancia policial, les han seguido en más de una ocasión), los ladrones entrarán por la calle de León, luego es probable que giren a Huertas, a la derecha otra vez por Ave María, quizá incluso se desvíen por Santa Polonia, cruzarán la plaza de Antón Martín, seguramente por el subterráneo del metro..., ¡y al final acabarán en Lavapiés, en la misma plaza!
Los turistas, por su parte, en medio de su desesperación, habrán aún de perder un tiempo precioso denunciando el robo en una comisaría donde sólo se habla castellano.
Como este espectáculo lleva ya en cartel varios años, me imagino que será porque hay autoridades que piensan que éste es un asunto menor en el que no merece la pena emplearse a fondo. Yo les recomendaría a esas autoridades, entre otras cosas, que leyeran las cartas que esos mismos turistas expoliados envían a periódicos como The New York Times (las embajadas españolas las han de tener) y cómo en ellas recomiendan con sólidos argumentos a sus conciudadanos que eviten viajar a un país donde se consiente la caza del turista.
También les recomendaría a esas mismas autoridades la lectura de un informe policial reciente, también de la ciudad de Nueva York, donde se ve cómo la firmeza aplicada allí desde hace poco tiempo a los delitos de poca monta ha producido asimismo un descenso espectacular de los delitos graves e incluso crímenes.
¿La razón de ello? Resulta que las mismas personas que cometen delitos graves y crímenes son también muy proclives a cometer delitos leves, y éstos sirven así para detenerlas antes de que cometan uno grave-
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.